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Literatura infantil y juvenil. Educación en Valores Humanos

Literatura y Valores julio 19, 2010

Filed under: Uncategorized — tintamundi @ 1:59 am

tortuga (1)Tintamundi surge del amor por los libros y su universo de ediciones, ilustraciones, autores. Está enfocada en los niños y jóvenes pero apunta a todos aquellos interesados en sus dos pilares fundamentales: la literatura y la Educación en Valores.

Hay cuentos e historias para niños y jóvenes, poesías, vidas y obras que inspiran, citas que hacen pensar, novedades, recomendaciones y reseñas.

¡Bienvenidos!

 

El futuro llegó hace rato enero 14, 2014

Filed under: Uncategorized — tintamundi @ 2:39 pm

PicsArt_1389402352516Después de leer la nota de Arantxa Mellado publicada hoy por http://www.actualidadeditorial.com que ponemos a continuación, recordé algo muy simple pero muy cierto que dijo Oliver Jeffers en una entrevista al diario argentino La Nación en 2013, con respecto a una pregunta sobre la digitalización de los libros: «Los libros siempre serán libros». ¿Y qué significa esto en el mundo de la literatura infantil? Que los niños disfrutan del libro como objeto, de palpar sus hojas, y pasarlas y olerlas, y agarrar sus tapas duras, sectorizadas o blandas, como sean. Abren los ojos ante las páginas desplegables y se duermen con ellos sobre la cara, y vuelven una y otra vez a la página anterior. Y los llevan en la mochila al campamento, a la casa de la abuela, al parque como compañeros. Los libros son objetos ireemplazables. Tomar un libro es una aventura, desde el momento de su elección en un estante de librería hasta cuando buscamos el instante de abrirlo e iniciar el viaje que nos propone.

Cada vez son más los libros álbum, los libros estéticamente perfectos, algunos bastante logrados en el traspaso al ebook, como es el caso de «El herbario de las hadas»; pero cómo pasar «El increíble niño comelibros» a formato digital, ese libro genial al que le falta un pedazo. Quizás haya que profundizar en los contendidos, pero ese es tema para otra «entrada»; por lo pronto desde tintamundi le deseamos: ¡Larga vida al libro!

Vivan los libros de papel, los libreros, las distribuidoras, los editores, los correctores, los diagramadores, los ilustradores, los diseñadores, los autores, ¡y hasta los de marketing con sus book trailers! Vivan todos, todos aquellos que hacen que la magia de tener un libro en las manos sea posible.

La cara y la cruz de ser un editor español

Por Arantxa Mellado el 13.01.2014

La exportación de ebooks en apenas un par de clicks es una de las ventajas más rentables de la digitalización. Para los editores españoles es más sencillo que nunca vender sus libros en Hispanoamérica y EEUU. Y los editores hispanoamericanos tienen abiertos y a su disposición los mercados de España y Norte América.

Tener un rápido y fácil acceso a los lectores de España ha provocado en los editores hispanoamericanos una renovada curiosidad sobre la edición en nuestro país. En respuesta a dicha curiosidad, y a unas cuantas peticiones, reproduzco la traducción en español de un artículo que publiqué en inglés para Publishing Perspectives con ocasión de la Feria de Frankfurt.

LA CARA Y LA CRUZ DE SER UN EDITOR ESPAÑOL

Artículo publicado por Publishing Perspectives en la revista Show Dailyeditada con ocasión de la Feria de Frankfurt, 9 de octubre de 2013
Heads or Tails? Publishing in Spain’s Time of Crisis “

Septiembre no está siendo bueno para los editores españoles. Y no porque no tengan buenos títulos listos para lanzar para el otoño, que los tienen, sino porque para muchos de ellos las liquidaciones de las librerías están siendo negativas, y las devoluciones de libros, mucho mayores de lo normal. Septiembre no ha sido bueno, pero tampoco lo fueron los meses anteriores. Los malos resultados de este mes son el reflejo de una situación de declive que se ha ido acentuando los últimos años.

La crisis económica está castigando mucho el mundo de la cultura en España. No sólo el libro se ve afectado por una caída en las ventas, también el cine, el teatro y el arte han visto reducir mes a mes público y compradores. Como cualquier ciudadano de cualquier país, los españoles cuando tienen que ahorrar prescinden de ocio y cultura: el cine se ve en casa y los libros se piden en la biblioteca o a los amigos. En cuanto a los lectores en digital, cada vez más abundantes, para ellos la crisis se ha traducido en la oportunidad de descubrir la cantidad enorme de libros sin derechos gratuitos que circulan por la red, así como en aprovechar las ofertas a bajo precio que ofrecen las librerías online.

En resumen, se están comprando menos libros en papel y cada vez hay más lectores que buscan y descubren libros baratos o gratis en la red. No hay estadísticas ni estudios sociológicos que lo demuestren, pero basta son preguntar a los amigos, leer comentarios en redes sociales o escuchar conversaciones en cafés y metros. El problema es que a muchos lectores no les importa si sus descargas son legales o no. Y es un problema grave y difícil de resolver.

Sin embargo, la digitalización también está dando alguna alegría a los editores españoles, y yo creo que aún les dará más. Algunos editores me han comentado que en el último trimestre han vendido más libros en digital que en papel. El papel sigue siendo lo que les da de comer, pero lo digital empieza a ser el punto de apoyo en las cuentas de resultados de algunos frente a la avalancha de devoluciones de este septiembre. ¡Y eso que el IVA del ebook es un 17% mayor que el del papel! Sin embargo, aún quedan muchos editores para los que las ventas de eBooks son pura anécdota: han hecho el esfuerzo de digitalizar parte de su catálogo, pero siguen sin ver negocio en el ebook.

Hay que tener en cuenta también otro factor para el que tampoco hay todavía datos ni estadísticas: la autoedición. Como en el resto del mundo, la autoedición ha entrado con fuerza en el mercado español. Desde hace años, compañías como Bubok ofrecen sus servicios a autores independientes, cada vez con más éxito, pero el desembarco en España de Amazon y su Kindle Direct Publishing parece haber estimulado a los escritores españoles. Kindle ya cuenta con libros autoeditados entre sus best sellers, e incluso hay editoriales, como B de Books, que han contratado los derechos de algunos de ellos.

Como decía más arriba, no sabemos cuál es el impacto de la autoedición en las ventas de los editores españoles, pero es posible que les esté restando más ingresos de lo que parece. Los autores tienen poco que perder, y arriesgan con precios muy bajos, con los que además no dejan de experimentar. Esto los hace muy competitivos y convierte sus libros en muy atractivos en momentos de crisis.

El tema del precio del ebook y la necesidad de tratarlo de forma dinámica no acaba de cuajar entre muchos de los editores españoles. En España, la Ley del libro establece un modelo de precio fijo, similar al modelo de agencia. El precio de los libros lo marca el editor, y tiene que ser el mismo para todos los retailers. Los retailers no puede cambiar el precio ni hacer rebajas superiores al 5%, ni en los p-books ni en los eBooks. Esto no significa que el precio de los libros siempre haya de ser el mismo: el editor puede subir y bajar el precio a su gusto, siempre y cuando lo haga en la misma cantidad y al mismo tiempo para todos los retailers. (La ley del libro no lo dice expresamente, pero tampoco lo prohíbe, y se ha convertido en una práctica habitual entre los editores.) Como ir cambiando el precio de los libros en papel es muy complicado por razones prácticas, los editores no están acostumbrados a jugar con los precios. Ni los libreros, que sólo pueden hacer descuento con los límites que marca la ley, una ley que cada vez son más las voces que opinan que habría que flexibilizar.

Pero también se abren nuevas oportunidades para los editores españoles. La digitalización e Internet han facilitado el acceso rápido, sin problemas de distribución, a un mercado de más de 500 millones de hispano parlantes, más de 500 millones de potenciales compradores repartidos por todos el mundo. Amazon ya ha llegado a México, y probablemente no tardará en aumentando su alcance en el continente Sudamericano. En pocos años, los editores que tengan su catálogo en español van a poder ampliar enormemente su mercado, así que también será, y es, una gran oportunidad para los editores americanos, ingleses, alemanes, franceses, etc… Para cualquiera que pueda ofrecer contenidos en español.

Los editores españoles juegan con ventaja: ese contenido ya lo tienen. Y las crisis no duran eternamente.

Heads or Tails? Publishing in Spain’s Time of Crisis

Revista Show DailyP.21. Publishing Perspectives – Frankfurt Book Fair, 9 de octubre de 2013.

 

En busca de una LIJ de nueva generación diciembre 18, 2013

Filed under: Uncategorized — tintamundi @ 9:50 pm

Editar en voz alta

Hace tiempo que voy acumulando elementos en una lista que se podría titular “temas actuales que echo de menos en los libros de LIJ”. Temas en los que una literatura que pretende ser formativa (en el más amplio sentido de la palabra) y comprometida con el individuo y con la sociedad, tendría algo que decir.

Por supuesto, no estoy hablando de que tenga que haber libros enteros que traten sobre cada uno de esos temas en exclusiva (que también podría ser), pero sí echo de menos manuscritos que toquen, aunque no necesariamente en primera línea, algunas realidades que conforman el hoy de niños y jóvenes. ¿Por qué?

Porque son temas de gran interés en el presente, sí, pero también porque van a configurar en gran medida el futuro en el que vivirán y serán adultos los niños para los que hoy escribimos y publicamos. 

Se trata, en definitiva…

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El caballito que no tenía color diciembre 17, 2013

Filed under: Uncategorized — tintamundi @ 9:08 pm

Panza Llena Corazón Contento

Este pequeño cuento lo escribí para celebrar el segundo cumpleaños de Araceli, ¡una pequeña y hermosa amiga! Para ella, y para todos los que aman los caballos, con amor les dedico esta historia.
Fernanda Raiti

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Un cuento de Navidad diciembre 16, 2013

Filed under: Cuentos — tintamundi @ 1:57 am
282619_221565131213214_6829649_nEsta noche mi hijo, de seis años, me pidió un cuento de Navidad antes de dormirse. Casi siempre recurro a mi imaginación, pero cuando estoy muy cansada y no se me ocurre nada, le cuento un cuento conocido, y adaptado a su entendimiento. Le conté entonces un Cuento de Navidad, de Dickens, sin la parte del fantasma, y resaltando mucho el valor de la solidaridad, y de que el malo se vuelve bueno. Pero enseguida me pidió otro cuento, y me acordé de este que pueden leer a continuación. Le advertí que era muy muy pero muy triste, sin embargo él quería que se lo contará. Así que lo hice mucho más corto y cuando terminé, mi hijo no podía parar de reírse a carcajadas. Estaba tentado, como se dice. Le pregunté si no era muy triste, y me dijo «No, ¡es gracioso!».
El regalo
Por: O. Henry (*)Un dólar y ochenta y siete centavos. Eso era todo. Y sesenta de los centavos estaban en peniques. Peniques ahorrados de a uno y de a dos gritándole al almacenero, al verdulero y al carnicero, hasta que a una le hacía arder las mejillas la silenciosa imputación de avaricia que aquel regateo implicaba. Delia contó tres veces el dinero. Un dólar con ochenta y siete centavos. Y el día siguiente era navidad.
Evidentemente, sólo podía tenderse sobre la mísera cama y llorar. Y eso hizo Delia. Lo cual provoca la reflexión moral de que la vida está compuesta por sollozos, resoplidos y sonrisas, predominando los resoplidos.Mientras la dueña de la casa pasa gradualmente de la primera etapa a la segunda, echemos una ojeada a su hogar. Era un departamento amueblado de los que se alquilan por ocho dólares semanales. No se puede decir que fuese algo indescriptible, pero merecía ser calificado por la policía como antro de mendigos.
En el vestíbulo de la planta baja había un buzón en el cual no podía introducirse ninguna carta, y un timbre eléctrico del cual ningún dedo mortal habría podido arrancar un sonido. También pertenecía al mismo departamento una tarjeta que ostentaba el nombre “James Dillinghan Young”.Aquel letrero había nacido a las caricias de la brisa en un periodo anterior de prosperidad, cuando a su locatario le pagaban treinta dólares semanales. Ahora que sus ingresos se habían reducido a veinte, las letras del apellido “Dillingham” aparecían borrosas, como si pensaran seriamente en limitarse a una modesta y humildísima D. pero siempre que el señor James Dillingham Young volvía a casa y llegaba a su departamento del primer piso le llamaban “Jim” y era efusivamente abrazado por la señora Dillingham Young, que ya le ha sido presentada al lector con el nombre de Delia. Todo lo cual está muy bien.

Delia terminó de llorar y se retocó las mejillas con un cisne. Quedó de pie junto a la ventana y miró tristemente a un gato gris en un patio gris. El día siguiente sería Navidad, y ella sólo tenía un dólar con ochenta y siete centavos para comprarle un regalo a Jim. Había ahorrado todos los peniques posibles durante meses y ese era el resultado. Con veinte dólares semanales no se llega muy lejos. Los gastos habían sido muy superiores a los calculados. Como lo son siempre. Sólo un dólar con ochenta y siete centavos para comprarle un regalo a Jim. Su Jim. Ella se había pasado muchas horas felices planeando algo bonito para él. Algo hermoso y raro y auténtico…, algo un poquito digno del honor de ser poseído por Jim.

Entre las ventanas de la habitación había un espejo alto de pared. Quizá ustedes hayan visto un espejo de pared en un departamento de ocho dólares. Una persona muy delgada y muy ágil podría obtener su imagen en una rápida sucesión de tiras longitudinales, una concepción bastante exacta de su aspecto. Como Delia era esbelta, había logrado dominar ese arte.

Repentinamente, se alejó de la ventana y se detuvo ante el espejo. Sus ojos brillaban, pero su rostro había perdido los colores de los veinte segundos. Con rápido gesto, se soltó el cabello y lo dejó caer cuan largo era.

Ahora bien: James Dillingham Young y su esposa se enorgullecían de dos cosas: del reloj de oro de Jim, que le había pertenecido a su padre y a su abuelo, y de la cabellera de Delia. Si la reina de Saba hubiese vivido en el departamento que estaba al otro lado de la escalera, Delia habría dejado colgar algún día su cabellera por la ventana para que se secara y para probar que desdeñaba las joyas y los regalos de Su Majestad. Si el rey Salomón hubiese sido el conserje y todos sus tesoros estuviesen apilados en el sótano, Jim habría sacado siempre su reloj al pasar, nada más que para verlo arrancarse las babas de la envidia.

De modo que, ahora, la hermosa cabellera de Delia cayó sobre sus hombros en ondas y brillando como una cascada de aguas doradas. Le llegaba más debajo de la rodilla y era casi un vestido. Y entonces, Delia volvió a recogérselo, nerviosa y ágilmente. Por un momento desfalleció y permaneció inmóvil, mientras un par de lágrimas salpicaba la raída alfombra roja.

Después, se puso el viejo chaquetón marrón y el viejo sombrero marrón. Con un revolear de faldas y con aquel brillante fulgor aún en los ojos, salió nerviosamente del departamento y bajó por las escaleras a la calle.
El letrero ante el cual se detuvo, poco después decía: “Madame Sofronie. Cabellos de todas clases”. Delia subió a la carrera un tramo de escaleras y se detuvo jadeante. Madame Sofronie, demasiado blanca, fría, no parecía la “Sofronie” del letrero.

-¿Quiere comprarme el cabello? -preguntó Delia.

-Compro cabello -dijo Madame-. Quítese el sombrero y veámoslo.

Delia dejó caer la dorada cascada de cabellos.

-Veinte dólares –dijo Madame, alzando la masa con mano experta.

-Démelos pronto –dejo Delia.

¡Ah!… y las dos horas siguientes transcurrieron velozmente, como sobre rosadas alas. Perdónesenos la trillada metáfora. Delia se dedicó a explorar los bazares buscando un regalo para Jim.

Por fin, lo encontró. Sin duda, lo habían hecho para Jim y para nadie más. En ningún otro bazar vendían nada comparable. Y ella los había vuelto todos del revés. Era una cadena de reloj, de platino, sencilla y de diseño casto que proclamaba adecuadamente su valor con su mero material y sin ninguna ornamentación falsa…, como deben hacerlo las cosas de real mérito. Hasta era digna del reloj. Apenas lo vió, Delia comprendió que debía ser para Jim. Se le parecía: tenía serenidad y valor, dos términos aplicables por igual a ambos. Le pidieron veintiún dólares por la cadena y volvió precipitadamente por los ochenta y siete centavos. Con aquella cadena en su reloj Jim podría ostentar una justificada ansiedad por saber la hora en compañía de cualquiera. Aunque su reloj era magnifico, Jim solía mirarlo a hurtadillas, a causa de la vieja correa de cuero que usaba a guisa de cadena.

Cuando Delia volvió a casa, su embriaguez le cedió paso en parte a la prudencia y a la razón. Tomó sus tijeras de enrular, encendió el gas y se consagró a reparar los estragos causados por la generosidad añadida al amor. Lo cual es siempre una tarea tremenda, queridos amigos… Una tarea gigantesca.

En menos de cuarenta minutos, su cabeza había quedado cubierta de diminutos y apretados rizos, que la asemejaban maravillosamente a un colegial que ha faltado a clase. Miró su imagen en el espejo, larga, cuidadosa y críticamente.

“Si Jim no me mata antes de mirarme por segunda vez, dirá que parezco una corista de Coney Island –pensó-. Pero… ¿qué podía yo hacer? ¡oh! ¿Qué podía hacer con un dólar y ochenta y siete centavos?”.
A las siete, el café estaba preparado y la sartén caliente y lista para recibir las costillas.

Jim nunca llegaba tarde. Delia cerró su mano sobre la cadena del reloj y se sentó junto a la esquina de la mesa, cerca de la puerta por la cual entraba siempre Jim. Luego, oyó sus pasos en la escalera, en el primer tramo y palideció por un momento, nada más que por un momento. Tenía la costumbre de decir silenciosas plegarias por las cosas cotidianas más sencillas y murmuró:

-Dios mío, te lo ruego. Hazle creer que soy linda aún.

Se abrió la puerta y Jim entró cerró. Estaba flaco y muy serio. Pobre muchacho… ¡Sólo tenía veintidós años… y sobrellevaba la carga de una familia! Necesitaba un sobretodo nuevo y no tenía guantes.

Jim franqueó el umbral, impasible como un perdiguero que está sobre la pista de una perdiz. Sus ojos se clavaron en Delia, con una expresión que su mujer no pudo descifrar, y eso la aterrorizó. No era ni ira ni desaprobación, ni horror, ninguno de los sentimientos que esperaba leer en su semblante. Sólo sabía que su marido la miraba fijamente, con aire extraño.

Delia se levantó con los nervios de punta y fue a su encuentro.

-Jim, querido mío -gritó-. No me mires así. Me hice cortar el cabello y lo vendí, porque necesitaba hacerte un regalo de Navidad. Me volverá a crecer. No te importa… ¿verdad? Tenía que hacerlo. Mañana es Navidad y sólo disponía de ochenta y siete centavos. Mi cabello crece con mucha facilidad. ¡Dí “Feliz Navidad”, Jim y seamos felices! No te imaginas qué lindo… ¡que hermoso regalo te he comprado!

-¿Te has cortado el cabello? –preguntó Jim, penosamente, como si sólo advirtiera aquel hecho tan evidente después de una intensa tarea mental.

-Me lo he hecho cortar y lo he vendido –dijo Delia-. ¿No te gusto lo mismo así, de todos modos? Sigo siendo la misma sin mi cabello… ¿verdad?

Jim pasó la mirada por la habitación, con curiosidad.

-¿Dices que te has quedado sin tu cabello? –preguntó con aire ausente.

-No lo busques –dijo Delia-. Está vendido, te digo… Vendido para siempre. Es Nochebuena, querido. Sé bueno conmigo, porque lo he vendido para ti. Quizá los cabellos de mi cabeza fuesen contados, pero nadie podrá medir jamás el amor que te tengo –prosiguió la joven, con repentina y grave dulzura-. ¿Pongo las costillas al fuego Jim?.

Pasado su estado de trance, Jim pareció despertar rápidamente y abrazó a Delia. Durante diez segundos, miremos cualquier objeto sin importancia en dirección opuesta. Ocho dólares semanales o un millón anual… ¿qué más da? Un matemático o un hombre de ingenio nos brindarían una respuesta errónea. Papá Noel traería esa noche regalos valiosos, pero aquel no figuraba entre ellos. Luego explicaremos este oscuro aserto.
Jim sacó un paquete del bolsillo de su sobretodo y lo arrojó sobre la mesa.

-No te formes una idea equivocada de mí, Delia –dijo-. No creo que exista un corte de pelo o un champú capaces de hacerme querer menos a mi mujercita. Pero si abres ese paquete, comprenderás por qué me desconcertaste en el primer momento.

Los blancos y ágiles dedos de Delia arrancaron el hilo y el papel. Y entonces profirió un extático grito de alegría: y luego… ¡ay! Hubo una rápida transición femenina a las lágrimas histéricas y a los gemidos, lo cuál exigió el inmediato uso de todas sus facultades consoladoras del amo y señor del departamento.

Porque allí estaban las peinetas: el juego de peinetas que Delia contemplaba durante largo tiempo con adoración en una vidriería de Broadway. Unas hermosas peinetas de legítimo carey de bordes adornados con piedras preciosas… y del tono adecuado para armonizar con el hermoso cabello desaparecido. Eran peinetas de lujo, bien lo sabía, y su corazón las había ansiado y había languidecido por ellas sin la menor esperanza de posesión. Y ahora las poseía; pero las trenzas que debían adornar las codiciadas peinetas habían desaparecido.

Sin embargo, Delia las oprimió contra su pecho y por fin pudo mirarlo con empañados ojos y con una sonrisa y decir:

-¡Mi cabello crece con tanta rapidez, Jim!

Y entonces saltó como un gatito chamuscado y exclamó:

-¡Oh, oh!

Jim no había visto aún su hermoso regalo. Ella se lo tendió con vehemencia sobre la abierta palma de la mano. El opaco y precioso metal pareció fulgurar con un reflejo del alegre y apasionado espíritu de Delia.

-¿Verdad que es preciosa, Jim? Tuve que recorrer la ciudad para encontrarla. Ahora tendrás que mirar la hora cien veces por día. Dame tu reloj. Quiero ver como le sienta la cadena.

En vez de obedecer, Jim se dejó caer sobre el canapé, se puso las manos sobre la nuca y sonrió.

-Delia –dijo-. Dejemos por el momento nuestros regalos de Navidad y guardémoslos. Son demasiado hermosos para usarlos ahora. Vendí el reloj a fin de conseguir el dinero necesario para comprar tus peinetas. Y ahora… ¿qué te parece si pusieras las costillas al fuego?

Los reyes magos, como ustedes saben, eran unos hombres sabios –maravillosamente sabios-, que le trajeron regalos al Niño en el pesebre. Inventaron el arte de hacer regalos en Navidad. Como eran sabios, sus presentes eran sin duda los más sabios y quizá gozaron del privilegio de ser cambiados en caso de resultar repetidos. Y aquí, yo les he contado torpemente a ustedes la apacible historia de dos muchachos aturdidos que vivían en un departamento y que sacrificaron imprudentemente, el uno por el otro, los tesoros más grandes de su casa. Pero, para terminar digámosles a los sabios de hoy que, de todos los que hacen regalos, esos dos fueron los más sabios. De todos los que dan y reciben regalos, los sabios son los seres como Jim y Delia. En todas partes son los más sabios.

(*) El verdadero nombre de O. Henry era William Sidney Porter (nació en 1862 y murió en 1910). Supo reflejar de manera notable y sintética en sus cuentos la manera de vivir de sus compatriotas. Su vida fue una constante aventura. Sufrió una gran pobreza. Arrastró sus miserias por ciudades y pueblos de su patria y su mente se nutrió de tragedias, arbitrariedades y una visión desgarradora de las pobres gentes. De esas andanzas surgirían sus héroes semisoñadores, semilocos, pero no lo abandona o si acaso se arraiga más en él la conciencia de la propia inocencia del hombre. Y como una liberación ensaya escribir cuentos donde las historias son muchos menos trágicas que en la realidad. Envió esos primeros cuentos a un diario de Nueva York desde la cárcel donde cumplía condena por quiebra fraudulenta. El público acogió unánimemente sus relatos. Animado por su éxito repentino siguió desentrañando el misterio del alma de los seres humildes.

 

julio 13, 2012

Filed under: Uncategorized — tintamundi @ 2:21 am

 

Los números de 2011 enero 1, 2012

Filed under: Uncategorized — tintamundi @ 3:37 am

Los duendes de las estadísticas de WordPress.com prepararon un reporte para el año 2011 de este blog.

Aqui es un extracto

Un tren subterráneo de la ciudad de Nueva York transporta 1.200 personas. Este blog fue visto alrededor de 5.200 veces en 2011. Si fuera un tren de NY, le tomaría cerca de 4 viajes transportar tantas personas.

Haz click para ver el reporte completo.

 

Yoga Bhajan – Yoga con niños May 17, 2011

Filed under: Uncategorized — tintamundi @ 11:02 pm

Cartas, cuentos, cantos, juegos y poemas que te inspiran a recorrer los insondables caminos del Yoga.

Este material acomapaña a grandes y chicos por la alegre travesía de permitir que la creatividad se manifieste en todas sus dimensiones.

Yoga Bhajan, adorando la Unión, te invita a escuchar el sonido del universo con el mensaje de cada carta, a aprender las posturas, y a vibrar las canciones.

Editorial Dunken acaba de lanzar este libro fabuloso de Inés G. Gainza «Rameshdeep Kaur», con cuentos y poesías inspiradas en valores humanos, 47 cartas color para que los niños practiquen las posturas de yoga y un CD con canciones encantadoras para jugar, meditar y dormir!

¡Lo recomendamos!

 

¡La vida es un juego, juégalo! octubre 6, 2010

Filed under: Letra, papel o tijera — tintamundi @ 2:10 pm

Estrenamos ¡Letra, papel o tijera!: una sección fija de Juegos y Manualidades para toda la familia, basados en Valores. Próximamente, en esta sección: ¡Origami!, paso a paso para niños y adultos, a cargo de Laila Vainstein.

“Cuando los niños juegan están absorbidos en una experiencia única. Mientras juegan, el mundo externo no existe para ellos. No son conscientes de comodidades o incomodidades, no sienten hambre, ni sed, ni dolor, ni cansancio. Para ellos, jugar es un placer, no un deber. Este principio debería ser aplicado a todo tipo de aprendizaje y actividad educativa”.

–Vinoba Bhave

Los juegos grupales promueven una interacción única entre los participantes. En primera instancia, salen del marco puramente académico y en segundo lugar, cuando los niños forman parte de un grupo de actividades, se motivan las expresiones espontáneas, sus sentimientos y pensamientos. Es más, cada niño tiene la oportunidad de contribuir de acuerdo con sus habilidades, lo que ayuda y motiva a que se manifiesten naturalmente todas sus potencialidades.

El propósito fundamental de estos juegos  es “Extraer (de adentro hacia fuera) los Valores Humanos Universales –Paz, Amor, Verdad, Rectitud y No violencia– latentes e inherentes a cada ser humano y ponerlos en práctica”, contribuyendo a una sociedad más humana y solidaria.


PAZ Y CONTROL DE LOS SENTIDOS

EDAD RECOMENDADA:

Niños pequeños.

OBJETIVO:

Apreciar el Valor de la Paz.

Aprender a dominar la mente y controlar los sentidos.

Mejorar la concentración.

MATERIAL NECESARIO:

Un reloj (para controlar el tiempo).

Papelitos o tarjetas de cartón que tengan escrita la palabra “Paz”, dos para cada participante.

¿CÓMO SE JUEGA?

Los participantes se agrupan de a pares (formando parejas), cada pareja jugará por turno.

Al comienzo del juego, el moderador resalta la importancia de meditar o hacer unos segundos de silencio o simplemente respirar profundo varias veces, para armonizarnos, controlar la mente y los sentidos y no ser distraídos fácilmente por los demás.

Comenzar a jugar con una pareja de participantes. Uno de ellos se sienta en el suelo en una posición de “meditación” (piernas cruzadas, manos sobre las rodillas y ojos cerrados) mientras su pareja, durante 1 minuto, trata de distraerlo hablando, cantando, bromeando, caminando o saltando a su alrededor. No está permitido tocar al compañero, gritar, etc. Si durante el minuto el participante en la posición de “meditación” no se movió, habló, sonrió ni abrió los ojos ¡gana una tarjeta con la palabra “Paz”!

El juego continúa con el resto de las parejas, por turno.

Cuando todas las parejas han participado, se comienza nuevamente con cada una, cambiando roles (el que meditó tratará de distraer a su pareja).

Al final del juego, todos los participantes que tienen la tarjeta de la “Paz” ¡son los ganadores!

OPCIONAL:

Al finalizar, todos los participantes pueden jugar juntos. Todos los que hayan ganado la tarjeta de la “Paz” se sientan en el suelo en posición de “meditación” mientras el resto de los participantes trata de distraerlos. ¡Los participantes que no se hayan distraído meditando ganan una tarjeta extra de la “Paz”!

LOGRA PAZ MEDITANDO

EDAD RECOMENDADA:

Niños y adolescentes.

OBJETIVO:

Apreciar el Valor de la Paz.

Aprender a dominar la mente y controlar los sentidos.

Mejorar la concentración.

MATERIAL NECESARIO:

Una tarjetita de cartón con la palabra “Distraer”.

Una tarjetita de cartón con la palabra “100% en Paz”.

Papelitos con la palabra “Paz” para la mitad de los participantes.

Un reloj (para controlar el tiempo).

¿CÓMO SE JUEGA?

Los participantes se agrupan en 2 equipos.

Al comienzo del juego, alguien puede resaltar la importancia de meditar, hacer unos segundos de silencio o simplemente respirar profundo varias veces, para armonizarnos, controlar la mente y los sentidos y no ser distraídos fácilmente por los demás.

Mezclar las tarjetas “100% en Paz” y “Distraer”, boca abajo. Cada equipo elige un participante para comenzar, quien toma una de las tarjetas al azar. El participante que obtiene la tarjeta “100% en Paz” se sienta en el suelo en una posición de “meditación” (piernas cruzadas, manos sobre las rodillas y ojos cerrados), mientras el otro participante (que obtuvo la tarjeta “Distraer”) trata de distraerlo durante 1 minuto, hablando, cantando, bromeando, caminando o saltando a su alrededor. No está permitido tocar al compañero, gritar, etc. Si durante el minuto, el participante en la posición de “meditación” no se movió, habló, sonrió ni abrió los ojos ¡gana un papelito con la palabra “Paz” para su equipo!

El juego continúa de a pares, hasta que todos hayan participado. El equipo que acumuló más tarjetas es el ganador.

UNA ESTATUA ESTÁ SIEMPRE EN PAZ

EDAD RECOMENDADA:

Niños y niños pequeños.

OBJETIVO:

Aprender a dominar la mente y controlar los sentidos.

Incentivar la creatividad por medio de la representación de Valores, sentimientos, emociones.

Mejorar la concentración.

MATERIAL NECESARIO:

Reproductor de música.

¿CÓMO SE JUEGA?

El moderador resalta la importancia de controlar los sentidos, la mente y estar siempre en Paz, armonizados.

El moderador enciende el reproductor de música. Mientras se escucha la música, los participantes bailan esparcidos por el lugar.

Cuando la música se detiene (el moderador es el encargado de encender y apagar la música alternativamente) el moderador nombra en voz alta un sentimiento, emoción o Valor (por ejemplo: felicidad, sorpresa, Paz, etc.) y los participantes quedan congelados en la posición, representando la palabra mencionada.

El moderador camina alrededor de los participantes durante unos segundos, mirando seriamente sus caras o sonriendo, tratando de distraerlos.

El primer participante que se mueve, sale del juego.

La música comienza de nuevo, y así sucesivamente. El juego continúa hasta que sólo permanece un jugador, que es el ganador.

POR FAVOR, ESCRIBE UNA HISTORIA COHERENTE

EDAD RECOMENDADA:

Niños y adolescentes.

OBJETIVO:

Mejorar la habilidad de pensar en forma positiva.

Promover el uso de palabras con Valores.

Incentivar la creatividad y la imaginación.

Practicar la coherencia entre lo que pensamos y decimos.

MATERIAL NECESARIO:

Un papel rayado y un bolígrafo para cada grupo.

Papelitos con Valores y Subvalores escritos (una palabra en cada papelito y un total de dos papelitos para cada participante).

Una caja o bolsa para mezclar los papelitos.

¿CÓMO SE JUEGA?

Los participantes se agrupan en equipos de 5 personas. Cada equipo se sienta separado del resto, con lápiz y papel en mano. Todos los equipos juegan al mismo tiempo.

Algún participante mezcla en una caja o bolsa papeles con Valores y Subvalores escritos. Cada participante saca 2 papeles al azar (por lo cual habrá 10 papeles por equipo). No está permitido hablar ni mostrar los papeles entre compañeros.

Un participante de cada equipo escribe en el papel grupal 2 líneas que den comienzo a una historia (positiva, basada en Valores), en la que debe incluir las 2 palabras que le fueron dadas. Nadie puede ver lo que está escribiendo ni hablar.

Al terminar, debe tapar la primera línea que escribió, doblando el papel hacia adelante y pasárselo a uno de sus compañeros de equipo, quien sólo podrá ver la última línea escrita por su compañero. Luego, deberá continuar la historia incluyendo las 2 palabras que le fueron dadas, en 2 líneas. Cuando termine, doblará el papel cubriendo la primera línea que escribió, y así sucesivamente hasta que el último participante del equipo (el quinto) deberá darle un final a la historia.

Al finalizar el juego, los grupos leen en voz alta su historia. ¡La más coherente gana!

Si hay menos de 8 participantes, formar sólo un equipo y jugar como un ejercicio grupal.

Nota: Jugos extraídos del libro Life is a game, play it!, de Inés Redini Latrónico. El libro incluye 90 juegos basados en Valores Humanos para niños y adolescentes.

 

Paz, Unidad y No Violencia en el mundo septiembre 27, 2010

Filed under: ¡Libros y libritos! — tintamundi @ 1:44 pm

Discurso final de “El Gran Dictador”

Título: Mi autobiografía, Chaplin

Autor: Charles Chaplin

Editorial: Debate

Lo siento, pero no quiero ser emperador. No es lo mío. No quiero gobernar o conquistar a nadie. Me gustaría ayudar a todo el mundo –si fuera posible-: a judíos, gentiles, negros, blancos. Todos nosotros queremos ayudarnos mutuamente. Los seres humanos son así. Queremos vivir para la felicidad y no para la miseria ajena. No queremos odiarnos y despreciarnos mutuamente. En este mundo hay sitio para todos. Y la buena tierra es rica y puede proveer a todos.

El camino de la vida puede ser libre y bello; pero hemos perdido el camino. La avaricia ha envenenado las almas de los hombres, ha levantado en el mundo barricadas de odio, nos ha llevado al paso de la oca a la miseria y la matanza. Hemos aumentado la velocidad. Pero nos hemos encerrado nosotros mismos dentro de ella. La maquinaria, que proporciona abundancia, nos ha dejado en la indigencia. Nuestra ciencia nos ha hecho cínicos; nuestra inteligencia, duros y faltos de sentimientos. Pensamos demasiado y sentimos demasiado poco. Más que maquinaria, necesitamos humanidad. Más que inteligencia, necesitamos amabilidad y cortesía. Sin estas cualidades, la vida será violenta y todo se perderá.

El avión y la radio nos han aproximado más. La verdadera naturaleza de estos adelantos clama por la bondad en el hombre, clama por la fraternidad universal, por la unidad de todos nosotros. Incluso ahora, mi voz está llegando a millones de seres de todo el mundo, a millones de hombres, mujeres y niños desesperados, victimas de un sistema que tortura a los hombres y encarcela a las personas inocentes. A aquellos que puedan oírme, les digo: “No desesperen.”

La desgracia que nos ha caído encima no es más que el paso de la avaricia, la amargura de los hombres, que temen el camino del progreso humano. El odio de los hombres pasará, y los dictadores morirán, y el poder que arrebataron al pueblo volverá al pueblo. Y mientras los hombres, la libertad no perecerá jamás.

¡Soldados! ¡No se entreguen a esas bestias, que los desprecian, que los esclavizan, que gobiernan nuestras vidas; díganles lo que hay que hacer, lo que hay que pensar y lo que hay que sentir! Que los obligan a hacer la instrucción, que los tienen a media ración, que los tratan como ganado y los utilizan como carne de cañón. ¡No se entreguen a esos hombres desnaturalizados, a esos hombres-máquinas con inteligencia y corazones de máquina! ¡Ustedes no son máquinas! ¡Son hombres! ¡Con el amor de la humanidad en sus corazones! ¡No odien! ¡Sólo aquellos que no son amados odian, los que no son amados y los desnaturalizados!

¡Soldados! ¡No luchen por la esclavitud! ¡Luchen por la libertad! En el capítulo diecisiete de San Lucas está escrito que el reino de Dios se halla dentro del hombre, ¡no de un hombre o de un grupo de hombres, sino de todos los hombres! En ustedes! Ustedes, el pueblo, tienen el poder, el poder de crear máquinas. ¡El poder de crear felicidad! Ustedes, el pueblo, tienen el poder de hacer que esta vida sea libre y bella, de hacer de esta vida una maravillosa aventura. Por tanto, en nombre de la democracia, empleemos ese poder, unámonos todos. Luchemos por un mundo nuevo, por un mundo digno, que dará a los hombres la posibilidad de trabajar, que dará a la juventud un futuro y los ancianos una seguridad.

Prometiéndonos todo esto, las bestias han subido al poder. ¡Pero mienten! No han cumplido esa promesa. ¡No la cumplirán! Los dictadores se dan libertad a sí mismos, pero esclavizan al pueblo. Ahora, unámonos para liberar al mundo, para terminar con las barreras nacionales, para terminar con la codicia, con el odio y con la intolerancia. Luchemos por un mundo de la razón, un mundo en el que la ciencia y el progreso lleven a la felicidad de todos nosotros. ¡Soldados, en nombre de la democracia, unámonos!

Hannah, ¿puedes oírme? ¡Dondequiera que estés, alza los ojos! ¡Mira, Hannah! ¡Las nubes están desapareciendo! ¡El sol se está abriendo paso a través de ellas! ¡Estamos saliendo de la oscuridad y penetrando en la luz! ¡Estamos entrando en un mundo nuevo, un mundo más amable, donde los hombres se elevarán sobre su avaricia, su odio y su brutalidad! ¡Mira, Hannah! ¡Han dado alas al alma del hombre y, por fin, empieza a volar! ¡Vuela hacia el arco iris, hacia la luz de la esperanza! ¡Alza los ojos, Hannah! ¡Alza los ojos!

 

Historia de Simbad el Marino septiembre 17, 2010

Filed under: Historias para los más grandes — tintamundi @ 7:01 pm

Continuación…

En medio del silencio de los invitados, Simbad habló en estos términos:

SEGUNDO VIAJE DE SIMBAD EL MARINO

Como les he contado ayer, después de mi primer viaje resolví pasar el resto de mis días, en tranquilidad, disfrutando de la vida en Bagdad. Pero muy pronto me aburrí del ocio y sentí nuevamente deseos de viajar y reanudar mis negocios. Compré entonces algunas mercancías propias del tráfico que había proyectado y me junté con mercaderes y marineros, de los cuales algunos ya conocía del viaje anterior, que estaban a punto de partir en un navío hermoso, que me inspiró confianza. Una vez embarcados, nos encomendamos a Dios y comenzamos la navegación.

Viajamos de isla en isla y de mar en mar, haciendo cambios ventajosos con los mercaderes de las localidades hasta que cierto día desembarcamos en una isla absolutamente virgen, poblada de frondosos árboles frutales, flores, pájaros y aguas puras. Mientras los demás se entretenían cortando unas flores y recolectando frutas en la pradera, yo tomé las provisiones que me había llevado, y me senté en el césped, junto a un arroyo, entre dos árboles de ramajes grandes que daban estupenda sombra. Luego de co­mer y beber el agua deliciosa que corría por allí, el sueño se apoderó de mí y me quedé dormido.

Al despertarme los marineros ya no estaban y el buque había desaparecido. Me levanté y miré en vano hacia todas partes, pues nadie más que yo, quedaba en la isla. Enseguida distinguí una vela que se alejaba por el mar, hasta desaparecer de mi vista.

Entre el asombro y la tristeza que sentía al darme cuenta en la situación que me encontraba, reflexioné con rapidez cómo había podido embarcarme en un segundo viaje, luego de haber pasado por los peligros del primero, y llevando una vida magnífica, de delicias y lujos en Bagdad. Entonces pensé que moriría; lloré y grité con fuerza, y me golpeé la cabeza con las manos. Me arrojé al suelo, en donde permanecí largo rato sumido en una confusión abrumadora y acosado por las ideas más desesperanzadas. Por fin comprendí que todas mis lamentaciones eran inútiles y tardío mi arrepentimiento.

Resignado a la voluntad de Dios, sin saber cuál sería mi suerte, trepé a un árbol muy alto para ver si descubría algo que me diera consuelo. Miré a hacia todas partes y sólo vi agua, cielo, arena, rocas y árboles. De pronto, distinguí en el horizonte una cúpula blanca. Bajé del árbol y con las provisiones que me quedaban me dirigí hacia aquella blancura. Esta se hallaba tan lejos, que aún no podía saber qué era.

Cuando estuve a corta distancia, vi que se trataba de una bola blanca de unas dimensiones prodigiosas. Al llegar, la toqué y la encontré muy suave y regular. Di la vuelta a aquella esfera, que tendría unos cincuenta pasos de ruedo, para ver si encontraba alguna puerta; pero nada hallé. Intenté ascender a lo alto, pero fue imposible, pues su superficie lisa me lo impidió.

Aún era de día, cuando de repente sobrevino una gran oscuridad, como si una nube espesa y negra se hubiese interpuesto entre el sol y la tierra. Me sorprendió que oscureciese tan rápidamente, pero más me sorprendió ver que la causa de eso era un ave de tamaño descomunal que avanzaba hacia mí volando. Me acordé de que había escuchado a hablar a menudo, a marineros y viajeros sobre un ave enorme llamada Roc, que se encontraba en una isla remota y que podía levantar un elefante; y entonces comprendí que la inmensa bola blanca que yo tanto había admirado era un huevo de aquel animal. En efecto, el Roc se posó, apoyo sus alas extraordinarias a los costados y se puso a empollarlo. Al ver venir al ave, me había echado al suelo muy cerca del huevo y me encontraba entonces precisamente delante de una de las patas del animal, que me pareció más gruesa que el tronco de un árbol añoso. Con viveza, tomé la tela de mi turbante, la retorcí a modo de soga y me até fuertemente a la pata, creyendo que al día siguiente el Roc, al emprender su vuelo me sacaría de aquella isla desierta. Así fue todo. No pude dormir en toda la noche temiendo que el pájaro remontara y me llevara a volar durante mi sueño. Pero el ave emprendió vuelo al amanecer, después de lanzar un grito ensordecedor. Me remontó tan alto que creí perder de vista la tierra, descendiendo luego con tanta rapidez que llegué a sentir vértigo. El Roc se detuvo en tierra firme y yo, de prisa desaté el nudo que me tenía sujeto a su pata, con temor a ser izado de nuevo. En cuanto me hube desatado, me alejé apresuradamente del pájaro; y vi que había remontado por el aire otra vez, con una serpiente de una longitud increíble clavada en su pico.

El ave me dejó en un valle muy profundo rodeado por todas partes de montañas altísimas que se perdían en las nubes y tan escarpadas que era casi imposible escalarlas. Estaba ante una nueva dificultad. Comparaba el sitio en que me hallaba con la isla desierta que acababa de abandonar y me daba cuenta de que nada había ganado con el cambió; pues antes tenía frutas y agua deliciosas y allí sólo rocas.

Mientras recorría aquel valle, observé que estaba creado con rocas de diamante, algunos de ellos de tamaño sorprendente. Contemplaba con placer ese suelo sembrado de piedras preciosas, cuando no tardé en ver a lo lejos algo que me produjo gran espanto: era un número extraordinario de serpientes negras, tan gruesas y largas como palmeras y tan voraces que la más pequeña de ellas hubiera podido tragarse un elefante. Los reptiles comenzaban a meterse en sus antros, pues durante el día se escondían del Roc y únicamente salían de noche.

Paseé por el valle durante todo el día y, de a ratos, descansé en los lugares que me parecían más cómodos, y al llegar la noche me refugié en una gruta en la que creí estar a salvo, pues con una piedra bastante grande cerré la entrada, que era baja y estrecha, para impedir el paso de las serpientes. Cené con una parte de mis provisiones y entre el ruido de las serpientes que comenzaban a salir de sus guaridas; y ya iba a acostarme cuando advertí que lo que había tomado por roca no era otra cosa que una serpiente enroscada sobre sus huevos. Pálido de espanto, caí al suelo sin conocimiento. Desperté al amanecer; la serpiente se había retirado y entonces salí temblando de la gruta, sin poder creer que aún estaba vivo. Anduve largo rato sobre diamantes hasta que de pronto cayó a mi lado una cosa con gran estrépito. Me di cuenta de que lo que había caído era un gran trozo de carne fresca. Inmediatamente cayeron desde lo alto de las rocas varios pedazos más.

Siempre había considerado una fábula lo que varias veces había escuchado de marineros y a otras personas, acerca del valle de los diamantes y la trampa que usaban ciertos mercaderes para recoger esas piedras preciosas. Pero comprendí en ese momento que la historia era cierta. Los mercaderes acuden a las inmediaciones del valle en la época en que el Roc y unas águilas gigantescas tienen sus crías y arrojan pedazos de carne a los que se adhieren los diamantes sobre los cuales caen. Las extraordinarias aves se lanzan sobre aquellos pedazos y se los llevan a sus nidos, ubicados en los peñascos altos, para alimentar a sus pichones. Luego los mercaderes corren hacia los nidos, alejan con sus gritos a las aves y toman los diamantes que encuentran adheridos en los trozos de carne. Ese es el único modo de sacar los diamantes porque aquel valle es un precipicio al cual no se puede descender.

Hasta entonces, creía que me sería imposible salir de aquel abismo, que ya consideraba como mi tumba; pero tuve una idea que me hizo cambiar de parecer. Comencé por recoger los diamantes más grandes que vi y llené con ellos la bolsa de cuero que me había servido para llevar las provisiones. Después tomé el pedazo de carne que me pareció más grande y con la tela de mi turbante me até fuertemente a él.

Poco después aparecieron las águilas, cada una tomó un trozo de carne y luego emprendieron el vuelo. Una clavó las garras en el trozo al que yo estaba atado, se remontó por el aire y me llevó a la cima de la montaña donde tenía su nido. Enseguida llegaron los mercaderes, que con en sus gritos pusieron en fuga a aquellas aves.

Uno de ellos aún asombrado por verme, en vez de preguntarme qué hacía yo ahí, se acercó a mí y muy nervioso me increpó echándome en cara que le había robado lo que le pertenecía.

‑Te mostrarás más humano conmigo cuando te refiera mi historia y me conozcas mejor ‑le dije. Con respecto a tus diamantes -añadí-, no te preocupes, pues tengo para ti y para mí más de lo que juntaron todos esos mercaderes. Yo mismo he escogido los mejores y más bellos del fondo del valle. Y aquí los traigo, en esta bolsa que ves.

Apenas le hube mostrado la bolsa de cuero cuando los demás mercaderes me rodea­ron asombrados de verme; y mucho más se asombraron cuando les conté mi historia, toda la estratagema que imaginé para salvarme y la valentía al intentarla.

Me llevaron hasta la tienda en donde moraban todos juntos, y cuando saqué los diamantes de la bolsa quedaron maravillados por el tamaño; me confesaron que en ninguna corte de todas las que habían visitado vieron otros semejantes. Entonces supliqué al mercader dueño del nido adonde yo había sido transportado, pues cada cual tenía el suyo, que eligiese cuantos diamantes quisiera; pero él se limitó a tomar uno de los más pequeños. Y ante mi insistencia para que tomase otros, me contestó sin ningún reparo:

‑No, estoy muy satisfecho con éste, que es bastante precioso para crearme una modesta fortuna y aho­rrarme en lo sucesivo el trabajo de realizar otros viajes.

Durante largo rato de la noche conversé con aquellos mercaderes, a quienes conté por segunda vez mi aventura para satisfacer la curiosidad de los que antes no la habían oído. Estaba loco de alegría al pensar que me veía libre de los peligros del valle. Creía estar soñando y no podía convencerme de que ya nada tenía que temer.

Al día siguiente, como todos estaban contentos por los diamantes recogidos y ya hacía muchos días que arrojaban pedazos de carne, partimos juntos a pie por altas montañas donde había serpien­tes de un tamaño impresionante, que tuvimos la suerte de evitar. Finalmente llega­mos al primer puerto y después de un viaje bastante corto pasamos a la isla de Roha, en donde crecen unos árboles de copa de ramaje inmenso, que con facilidad podrían dar sombra a cien hombres y del que se extrae esa sustancia blanca, de grato aroma llamada alcanfor. Para conseguirla es necesario hacer una incisión en lo alto del tronco y poner una cubeta al pie para que recoja el jugo que destila. Al principio parecen gotas gomosas, pero luego, en el recipiente adquiere otra consistencia, como si se tratase de la miel del árbol.

También en la aquella isla conocí al karkadann[1], un animal espantoso, más pequeño que el elefante y más grande que el camello, que pace en la llanura como lo hacen las vacas. Tienen sobre la nariz un cuerno de alrededor de un codo de largo, encima del cual se ven unos trazos blancos que labran la cara de un hombre. El cuerno del karkadann es tan sólido que le permite batirse con el elefante y vencerlo, pues le clava el cuerno por debajo del vientre, lo levanta en alto y se lo lleva sobre la cabeza. Pero la grasa y la sangre del elefante caen sobre sus ojos, cegándolo y haciéndolo caer. Al desplomarse en la tierra acude el terrible Roc, que agarra a ambos y se los lleva a su nido para alimentar a sus crías.

Además vi en esa estupenda isla diversas clases de búfalos; mas omitiré muchas otras particularidades del lugar para no aburrirlos, y sólo les diré que cambié algunos de mis diamantes por mer­cancías, oro y plata. De allí fuimos a otras islas, y al fin, después de haber visitado varias ciudades, llegamos a Basora, desde donde ascendí a Bagdad. Aquí repartí obsequios entre parientes y amigos y me dediqué a disfrutar honradamente de las inmensas riquezas que había traído y conquistado a costa de tan terribles peligros.

Después de haber relatado su segundo viaje, Simbad hizo entregar otros cien cequíes al cargador y le invitó a volver al día siguiente para oír el relato del tercero. Los invitados regresaron a sus casas, y al otro día volvieron a la misma hora, al igual que el faquín, que casi había olvido su miseria pasada. Se sentaron a la mesa, y después de la cena Simbad dio comienzo a la narración de la siguiente manera:


[1] N. de la E: el término proviene del griego karas, que significa cuerno. Se trata del rinoceronte (rihnós, nariz + karas) de la isla de Java, de un único cuerno y al igual que las otras especies, de visión deficiente y gran olfato y oído.

Versión de Margarita Rodríguez Acero

El tercer viaje de Simbad el marino, ¡en la próxima Tintamundi!

 

COLMADOS DE AMOR septiembre 14, 2010

Filed under: Cuentos — tintamundi @ 6:11 pm

Todas las buenas historias tienen un atractivo universal. Van directo al corazón y, por eso, el impacto que provocan es profundo y duradero. Las historias basadas en los valores nos brindan una profunda comprensión de la psiquis humana e iluminan el sendero del viaje del hombre hacia un nivel de conciencia más elevado.

Una historia genera sensaciones poderosas e inspira en los niños el deseo de incorporar los valores implícitos de la historia. Al adoptar un aspecto del personaje principal, adoptan o imitan al personaje de manera subconsciente.

AMOR DESINTERESADO

Esta historia ocurrió hace mucho, mucho tiempo. Dos hermanos trabajaban en una misma parcela y dividían la producción en partes iguales. El hermano mayor no tenía familia propia, mientras que el hermano menor tenía esposa e hijos.

Un día, el hermano mayor reflexionó: “Yo vivo solo y necesito muy poco. Mi hermano, por el contrario, tiene una familia. Seguramente debe de estar soportando grandes dificultades. Es injusto de mi parte pedir la mitad de todo lo que se produce». Con esa idea en mente, decidió que iba a pasarle en secreto una parte de sus granos. De esta manera, cada noche, mientras todos dormían, llevaba a cabo el plan.

Más o menos para la misma fecha, el hermano menor se dio cuenta de que su hermano mayor estaba envejeciendo y reflexionó: “Tengo a mis hijos para que cuiden de mí cuando envejezca. ¿A quién tiene mi hermano? No tendrá a nadie que lo mantenga cuando ya no pueda trabajar”. Entonces, decidió pasarle en secreto todas las noches una parte de sus granos.

Esta situación continuó durante un tiempo, hasta que una noche los hermanos se cruzaron, cada uno llevando granos.

Al verse cara a cara, abrieron sus corazones y se confesaron lo que habían estado haciendo. Colmados de amor, y con lágrimas en los ojos, se abrazaron.

Traducción al español del original editado en India: Inspiring stories (Historias inspiradoras), Libro 9 de la Serie Hacia la excelencia humana, por Inés Redini Latrónico.

 

Le Muz – Museo Virtual de Arte Infantil de París septiembre 8, 2010

Filed under: Misceláneas — tintamundi @ 7:17 pm

www.lemuz.org

 

Lo entretenido del absurdo: doña Disparate y Bambuco septiembre 5, 2010

Filed under: ¡Libros y libritos! — tintamundi @ 10:49 pm

Ordeno y mando

Autora: Amélie Nothomb

Editorial: Anagrama

Amélie Nothomb en su último libro nos sorprende con una trama un tanto difícil de encasillar porque si bien hay un muerto del cual se desconoce la causa (y todo hace creer que no es natural), no es un policial clásico, tampoco obedece al género fantástico, pero sí se asemeja mucho al absurdo. Predomina una historia de amor, pero no es  novela rosa. ¿Novela negra? Tal vez. En lo personal, cuando comienzo a leer (a un autor No Clásico), y veo que lo que narra no puede suceder en “la vida real”, para hablar en criollo, me resiento un tanto con la propuesta, pero en esta oportunidad, la trama es entretenida y pude sortear fácilmente esa característica para continuar con ganas la lectura.

Recuerda a Kafka, recuerda a tantos otros que trataron el tema del cambio de identidad. Lo que molesta sin remedio es que los personajes adquieren  conocimientos refinados repentinos, que les permiten hacer comentarios cultos, más propios de la escritora que de sus vidas esbozadas en las páginas.

Del argumento se puede decir que Baptise, el protagonista, un hombre corriente, cambia su vida ordinaria por la de Olaf, un millonario sueco que muere en su casa y que tiene una esposa literalmente encantadora.

Los que esperan leer algo parecido al autobiográfico Estupor y temblores, se desilusionarán pero con un dejo de alegría, ya que Ordeno y Mando regala pensamientos inteligentes,  imágenes bellas y un poco de suspenso.  Entretenimiento y lectura fácil, placer primario asegurado.

LC

 

Mi viaje especial agosto 19, 2010

Filed under: Mi viaje especial — tintamundi @ 11:49 am

A la Luna de Valencia en un sueño o a la casa de tu primo… todo viaje vale

¡¡¡Escribilo!!!,  y nosotros lo publicamos

Hola, tintamundi te invita a escribir tu viaje especial y mandarlo para que lo publiquemos en nuestra sección espacial, perdón, ¡¡especial!!

Así que si tenés un viaje preferido, porque lo hiciste con alguien especial o porque conociste lugares diferentes o porque tuviste momentos inolvidables, narralo; tenés un máximo de 30 líneas.

Enviá tu viaje a tintamundi@gmail.com

Agregá tu nombre, edad y localidad.

Chau, ¡nos leemos!

Tintamundi


Ilustración de Mica Hernández

 

Para padre, tutor o encargado: la felicidad agosto 12, 2010

Filed under: ¡Libros y libritos! — tintamundi @ 2:56 pm

La elegancia del erizo

Autora: Muriel Barbery

Editorial: Seix Barral

En el número 7 de la Rue Grenelle, un edificio lujoso de París, reinan las apariencias. Paloma, una niña solitaria de doce años, y Renée, la inteligente encargada, esconden un secreto. La llegada de un hombre misterioso propiciará el encuentro de estas dos almas gemelas. Juntas, descubrirán la belleza de las pequeñas cosas, invocarán la magia de los placeres efímeros e inventarán un mundo mejor, con pinceladas orientales.

La elegancia del erizo, segunda novela de Muriel Barbery (la primera: Una golosina, 2000, no se consigue aún en Argentina), es un libro optimista, de humor inteligente, un pequeño tesoro que nos revela cómo sobrevivir gracias a la amistad, el amor y el arte. Las voces de Renée y Paloma tejen, con un lenguaje melodioso, una cautivadora trama que honra las relaciones por encima de los estatus sociales y los prejuicios.

Barbery, profesora de filosofía, ha llegado a la conclusión de que «la inteligencia es algo transversal a todos los estratos sociales» y, por ello, tanto Renée, la encargada aparentemente inculta, como Paloma, una niña burguesa, pueden compartir las mismas inquietudes intelectuales sobre la felicidad y el sentido de la vida.

Es un libro precioso, de esos que no se quieren terminar, que hacen reír en una página, llorar en la siguiente y pensar durante toda su lectura.

¡Y también está la película!

LC

 

Yoga agosto 11, 2010

Filed under: Misceláneas — tintamundi @ 4:16 pm
 

La pedagogía del Amor agosto 10, 2010

Filed under: Valores x valores — tintamundi @ 8:50 pm

por Fernanda Raiti

«Aprende que el Amor es tuyo y que tú eres Amor.»

De un curso de Milagros

Educar en Valores Humanos puede resultar una experiencia conmovedora y única en la medida en que nos conectemos internamente con la fuente de Amor que todos somos y permitamos que este Amor se manifieste en nuestra tarea educativa. ¿Es acaso posible inculcar Valores Humanos? ¿Podemos asegurar que un estudiante ha alcanzado tal o cual nivel de Valores Humanos siguiendo los parámetros de una escala de calificación reestablecida? Probablemente, no. La manifestación de los Valores Humanos inherentes al propio ser no puede alcanzarse mediante la imposición o la exigencia de un docente. Lo que sí podemos hacer es propiciar la vivencia y el reconocimiento de las herramientas con las que hemos sido dotados como seres humanos para que podamos sacar de ellas el máximo provecho.

Un auriga experto guía con destreza su carruaje, sosteniendo con clara determinación las riendas. Conoce a sus caballos y sabe cómo hacerlos responder a las necesidades y desafíos que el camino presenta. Sabe también de la nobleza de los materiales que le dan estructura a su vehículo y cuáles son los posibles puntos débiles que debe cuidar especialmente, si desea llegar a destino. De modo similar, los seres humanos tenemos la bendita oportunidad de adquirir un profundo conocimiento sobre nuestro propio “carruaje”. Para ello, resulta imprescindible reconocer la conciencia interna, que toma a su cargo la misión de guiar al ser humano en el camino de su existencia y mantiene el conocimiento del Ser como ejercicio permanente. La conciencia se expande de esta forma y asume amorosamente la tarea para la cual ha sido destinada desde tiempos inmemoriales.

Ahora bien, ¿cómo está compuesto este “carruaje humano” que es guiado por la conciencia? Podría decirse, de manera sucinta, que lo configuran el cuerpo (y los cinco sentidos de la percepción), la mente (conformada por las emociones, los pensamientos-palabras, los deseos y el intelecto) y el alma individual o el aspecto espiritual del ser humano. Cuando el corazón siente de una forma, la mente piensa de otra y el cuerpo actúa de una tercera, la armonía se diluye en un quiebre interno donde reina el sentido de separación y, como resultado, se manifiesta la incoherencia. En la medida en que nos disociamos de este modo, perdemos el eje –que nos otorgaba un centro– y “nos salimos de foco”. Tal estado de confusión se suma al desequilibrio de las familias, las comunidades y la sociedad en general, conformando un sistema desbalanceado, jerárquico y poco equitativo. No obstante, cuando una de las partes de este sistema se reconoce como un holón, dependiente del resto pero con la libertad de generar movimientos que redunden en una expansión de la propia conciencia, se produce una alineación interna que se traduce en un mayor equilibrio de todo el sistema. Cada ser humano que permite que el Amor fluya a través de sus acciones, sus emociones, sus pensamientos, sus palabras y su entendimiento, está afianzando, suave y persistentemente a la vez, un nuevo equilibrio planetario. Y este equilibrio externo no es otra cosa que el reflejo de la coherencia interna, la evidencia de que se ha recuperado el propio eje. Aquella persona que piensa, habla, siente, actúa y comprende desde el Amor, no hace más que manifestar, de modo fiel y traslúcido, su propia esencia. Con una sincronía perfecta, esta manifestación del Amor a través de las facultades humanas (el pensamiento y la palabra, las acciones, las emociones y la comprensión) genera un restablecimiento simultáneo de los órdenes naturales tanto del individuo como de su entorno.

¿Cuándo descubrimos que nuestro cuerpo es un maravilloso y sagrado templo de vida? ¿Cómo comprendemos y vibramos al son de las emociones que pueblan nuestros rostros y reacciones con expresividad intensa? ¿De qué manera nos apropiamos del mundo del lenguaje, danzando entre sonidos y significados en una constante y magnífica improvisación? ¿Es posible observar los propios pensamientos, aves veloces, estrellas fugaces que colman de significados nuestra mente? ¿De qué modo podemos reconectar el propio corazón con la energía universal del Amor como herencia espiritual de la humanidad? ¿Cuál es el fin último de todos nuestros anhelos y esfuerzos? ¿Cuál es la raíz del deseo humano que motoriza cada búsqueda y cada gesto? ¿Será acaso la felicidad aquello que, en definitiva, estamos añorando? Tenemos una íntima afinidad con la felicidad y sentimos una atracción natural por ella porque está en perfecta sintonía con nuestra esencia. Ahora bien, ¿podría considerarse a la felicidad un contenido pedagógico del currículo? ¿Es tarea de la escuela asistir al estudiante en este sentido? Es cierto que han quedado lejos las prácticas tradicionalistas, según las cuales el estudiante era como una “tabla rasa” en la cual debían “imprimirse” los conocimientos. Con énfasis reconocemos a los estudiantes como sujetos activos, responsables de su propio aprendizaje y de desarrollar su pensamiento y habilidades de modo auténtico y fluido. Idealmente, abordamos la vocación de educar desde una perspectiva interdisciplinaria, permitiendo que nuestro quehacer diario sea atravesado por los ejes transversales de la educación para la paz, la equidad, la educación para el consumo y para la salud, la educación vial y de los derechos humanos. ¿Tenemos acaso que sumar a esta enorme (y satisfactoria) tarea la indagación acerca de la condición humana y su relación con la felicidad perdurable? O mejor aún, ¿deseamos hacerlo? Es muy probable que sí, aunque quizás nunca antes lo hayamos señalado en estos términos. Con todo, si nos remitimos a los motivos que nos inspiraron para elegir nuestra profesión, posiblemente descubramos una fuerte vocación por amar y ser amados. Amor al conocimiento, a la destreza, a las artes, a la naturaleza y al ser humano en todas las dimensiones de su existencia y en cada etapa de su crecimiento.

Nota: Fragmento de la introducción del último libro de Fernanda Raiti, La pedagogía del Amor.

 

Música ancestral para niños agosto 5, 2010

Filed under: Misceláneas — tintamundi @ 11:15 am

Graciela Mendoza, a cargo de esta propuesta musical infantil, ha realizado a través de su trayectoria cursos y seminarios relacionados con la voz, técnica vocal, la expresividad y entrenamiento auditivo. Integra el Movimiento de música para niños -Momusi-. Es miembro activo del Fladem-Foro latinoamericano de educadores musicales y es cofundadora del grupo Indio Universo-música de raíz. Se dedica,  entre otras actividades, a la investigación de nuestras raíces culturales a través del canto y la música. Ha cursado talleres de lenguas aborígenes, quichua, mapuche, guaraní. Ha participado en proyectos de recopilación musical en la Quebrada de Humahuaca, el Yungas, y Santiago del Estero. Realiza talleres vivenciales de música ancestral y canto comunitario para docentes y para toda persona relacionada con el arte y los niños.
Actualmente está presentando su espectáculo musical infantil –TIERRA EN FLOR– con cantos en lenguas nativas, instrumentos autóctonos, danzas y leyendas de nuestros pueblos originarios. La acompañan en esta propuesta: PABLO TROSMAN en charango, sikus y percusión; TITO MOLINA en actuación y manipulación de títeres; y VIVIANA POSINCOVICH con su arte visual en la puesta de escena.
PROGRAMA: ¿Qué es el kapapo? Música y sonidos de la selva con sonajeros, n’vike, takuapu, caataqui. Cantos en lengua toba, wichi y guaraní ¿Por qué en el sur el amanecer es tan largo? Sonidos de los canales fueguinos. Canto yámana del amanecer. ¿Quiénes son TrengTreng y KaiKai? Música y sonidos de la patagonia con kultrum, pifilkas, trutrukas Purruntun. La danza de celebración. Cantos en lengua mapuche. ¿Cuándo aparece Coquena? Música, cantos y sonidos de la Quebrada de Humahuaca con charango, bombo, sikus, caja y erquencho Tonadas, Carnavalitos y huaynos en lengua quichua. ¿Cómo nació el algarrobo? Música, cantos y sonidos del monte.
CONTACTO: gramendoza@hotmail.com
 

Por la Tierra agosto 4, 2010

Filed under: Ecología,Misceláneas — tintamundi @ 12:03 am

Carta del Jefe Seattle al presidente de los Estados Unidos

Jefe Seattle


En 1854, el presidente de los Estados Unidos, Franklin Pierce, envía una oferta al jefe Seattle, de la tribu Suwamish, para comprarle los territorios del noroeste de los Estados Unidos que hoy forman el Estado de Washington. Promete crear, a cambio, una «reservación» para el pueblo indígena. Al año siguiente, el jefe Seattle responde:

El Gran Jefe Blanco de Washington ha ordenado hacernos saber que nos quiere comprar las tierras. El Gran Jefe Blanco nos ha enviado también palabras de amistad y de buena voluntad. Mucho apreciamos esta gentileza, porque sabemos que poca falta le hace nuestra amistad. Vamos a considerar su oferta pues sabemos que, de no hacerlo, el hombre blanco podrá venir con sus armas de fuego a tomar nuestras tierras. El Gran Jefe Blanco de Wáshington podrá confiar en la palabra del jefe Seattle con la misma certeza que espera el retorno de las estaciones. Como las estrellas inmutables son mis palabras.¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra? Esa es para nosotros una idea extraña.

Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos?

Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.

Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. Nuestros muertos jamás se olvidan de esta bella tierra, pues ella es la madre del hombre piel roja. Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.

Por esto, cuando el Gran Jefe Blanco en Washington manda decir que desea comprar nuestra tierra, pide mucho de nosotros. El Gran Jefe Blanco dice que nos reservará un lugar donde podamos vivir satisfechos. Él será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos. Por lo tanto, nosotros vamos a considerar su oferta de comprar nuestra tierra. Pero eso no será fácil. Esta tierra es sagrada para nosotros. Esta agua brillante que se escurre por los riachuelos y corre por los ríos no es apenas agua, sino la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos la tierra, ustedes deberán recordar que ella es sagrada, y deberán enseñar a sus niños que ella es sagrada y que cada reflejo sobre las aguas limpias de los lagos hablan de acontecimientos y recuerdos de la vida de mi pueblo. El murmullo de los ríos es la voz de mis antepasados.

Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, ustedes deberán dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. Para él una porción de tierra tiene el mismo significado que cualquier otra, pues es un forastero que llega en la noche y extrae de la tierra aquello que necesita. La tierra no es su hermana sino su enemiga, y cuando ya la conquistó, prosigue su camino. Deja atrás las tumbas de sus antepasados y no se preocupa. Roba de la tierra aquello que sería de sus hijos y no le importa.

La sepultura de su padre y los derechos de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, a la tierra, a su hermano y al cielo como cosas que puedan ser compradas, saqueadas, vendidas como carneros o adornos coloridos. Su apetito devorará la tierra, dejando atrás solamente un desierto.

Yo no entiendo, nuestras costumbres son diferentes de las suyas. Tal vez sea porque soy un  salvaje y no comprendo.

No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera o el batir las alas de un insecto. Mas tal vez sea porque soy un hombre salvaje y no comprendo. El ruido parece solamente insultar los oídos.

¿Qué resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de un ave o el croar nocturno de las ranas alrededor de un lago? Yo soy un hombre piel roja y no comprendo. El indio prefiere el suave murmullo del viento encrespando la superficie del lago, y el propio viento, limpio por una lluvia diurna o perfumado por los pinos.

El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre- todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, él debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados.

Por lo tanto, vamos a meditar sobre la oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos.

Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar. Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.

¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.

Ustedes deben enseñar a sus niños que el suelo bajo sus pies es la ceniza de sus abuelos. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. Enseñen a sus niños lo que enseñamos a los nuestros, que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, están escupiendo en sí mismos.

Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo.

Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; él es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo.

Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. Veremos. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.

Ustedes podrán pensar que lo poseen, como desean poseer nuestra tierra; pero no es posible, Él es el Dios del hombre, y su compasión es igual para el hombre piel roja como para el hombre piel blanca.

La tierra es preciosa, y despreciarla es despreciar a su creador. Los blancos también pasarán; tal vez más rápido que todas las otras tribus. Contaminen sus camas y una noche serán sofocados por sus propios desechos.

Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja.

Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.

¿Qué ha sucedido con el bosque espeso? Desapareció.

¿Qué ha sucedido con el águila? Desapareció.

La vida ha terminado. Ahora empieza la supervivencia.


 

Noches de lluvia julio 30, 2010

Filed under: Poesías — tintamundi @ 3:39 pm
De Juana de Ibarbourou
Yo amo las noches de lluvia. Son de una intimidad intensa y dulce como si nuestra casa se convirtiera, de pronto, en el único refugio tibio e iluminado del universo. Los objetos que nos rodean adquieren una familiaridad más afectuosa y más honda; la luz parece más límpida; el fuego, la mecedora, los ovillos de lana, el lecho, las mantas, todo es más nuestro y más grato.
La alcoba, realmente, se convierte en nido, en nido caliente y claro y sereno, en medio del viento gruñidor, de la lluvia furiosa o mansa, del frío que hace acurrucar cabeza con cabeza a las parejas de pájaros.
Me imagino mi casa, entonces, como un pequeño y vivo diamante apretado entre el puño de un negro gigantesco. ¡Qué beatitud! Hago por no dormirme para gozar esas horas de gracia propicias al ensueño y al amor. Pero a veces, también, me asalta de pronto la visión de pobres ranchos agujereados, de chicos friolentos, de mujeres que no tienen como yo una casa tibia ni una abrigada cama blanda y para quienes estas noches así son un suplicio. Y entonces sí, me esfuerzo por dormir. Ya que no puedo remediar yo sola su infinita miseria, les doy el sacrificio de la conciencia de mi bienestar. Me duermo, me duermo avergonzada de paladear un gozo que atormenta a millares de seres humanos.
 

«Sean buenos» julio 25, 2010

Filed under: Vidas y Obras que inspiran — tintamundi @ 10:25 pm

Julio Verne

El autor de La vuelta al mundo en 80 días, Julio Verne, es el primer personaje que proponemos explorar porque tiene la particularidad de ser un hombre de Literatura que no sólo cautivó a los chicos, sino también a los adultos. Es además un «Vidas y obras que inspiran» porque imaginó viajes a lugares por entonces desconocidos: la Luna, las profundidades marinas, el Polo Norte, el centro de la Tierra, los confines del sistema solar, ¡e imaginó cómo llegar hasta ellos!

Verne era un niño francés, soñador y aventurero que quería ser marinero y sus padres no lo dejaban, así que desde muy joven decidió explorar el mundo a través de los libros. Más tarde, a los treinta y cuatro años, quiso plasmar todo lo que su imaginación le dictaba y escribió su primer novela que fue todo un éxito: Cinco semanas en globo. Allí, Fergusson, el protagonista, cruza África en globo. A esta novela le siguieron: La isla  misteriosa, Una ciudad flotante, Los hijos del capitán Grant, Veinte mil leguas de viaje submarino, De la Tierra a la Luna y Alrededor de la Luna, entre las más destacadas.

Los apasionantes libros de Verne inspiraron a personalidades como Jacques Cousteau, el biólogo marino, y Yuri Gagarin, el primer hombre que fue al espacio, a elegir sus profesiones; esperamos que también te ayuden a descubrir la tuya.

Julio Verne murió el 24 de marzo de 1905, escribió más de sesenta novelas, muchas derivaron en películas de ciencia ficción. Su último mensaje fue: «Sean buenos». Y siempre recordaba ¡no dejar de soñar!

 

Un pingüino perdido; para chicos curiosos julio 23, 2010

Filed under: ¡Libros y libritos! — tintamundi @ 8:17 pm

¿Dónde está el Pingüino Pips?

Autora: Svjetlan Junakovic

Ilustraciones: Svjetlan Junakovic

Editorial: UnaLuna

Entre notables ilustraciones de collage está perdido Pips, el pingüino. Así, los primeros lectores recorren la ciudad, un barco, un estadio de fútbol y demás escenarios con el fin de encontrarlo. Una historia simple, con pinceladas artísticas, es esta bella alternativa a la famosa colección Buscando a Wally. Una vez que se encuentra a Pips, se pueden seguir buscando otros animales. Muy simple y didáctico. Un librito encantador.

La Cuentahilos

 

Citas julio 21, 2010

Filed under: Frases para pensar — tintamundi @ 10:36 pm

Alégrate de la vida porque ella te da la oportunidad de amar, de trabajar, de jugar y de mirar a las estrellas.

Henry Van Dyke

Un niño puede ser feliz sin ninguna razón en particular. Con el tiempo, sin embargo, la felicidad se torna dependiente en la satisfacción de nuestros deseos. Olvidamos el amor que es intrínseco al alma y comenzamos a buscar en el afuera. Finalmente, nuestra capacidad de experimentar paz, felicidad y amor, se rinde a la estabilidad de las circunstancias y relaciones externas.

Roger Cole

Alguna vez dijo Mataji: “Ustedes pueden vivir una vida de salud y de alegría; esto es posible, créanme. Hay una puerta, una posibilidad de cambiar; hay un camino y es la práctica del Yoga. Yo lo sé porque lo practico hace más de sesenta años y tengo una salud inquebrantable además de ser tremendamente feliz”.

David Lifar

Cuando me preguntaron sobre algún arma capaz de contrarrestar el poder de la bomba atómica yo sugerí la mejor de todas: La paz.

Einstein

Da y tendrás en abundancia.

Lao Tse

Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo.

Nelson Mandela

Cuando estoy convencido de algo, nunca lo olvido…

Walt Whitman

El amor verdadero hace milagros, porque él mismo es ya el mayor milagro.

Amado Nervo

Cuando nos encontremos con el prójimo, hagámoslo con una sonrisa… porque una sonrisa es el comienzo del amor.

Madre Teresa de Calcuta

Dar el ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera.

Albert Einstein

El secreto de la sabiduría, del poder y del conocimiento es la humildad.

Ernest Hemingway

Imagina a toda la gente viviendo en paz.

John Lennon

 

Siembra para el futuro

Filed under: Cuentos — tintamundi @ 9:42 pm

Para muchas culturas orientales, plantar árboles es una tarea sagrada. Un anciano japonés estaba, una vez, plantando un árbol joven en su jardín cuando un extranjero que pasaba se detuvo y observó la ceremonia con mucho interés.

Cuando el anciano notó la presencia del extranjero, naturalmente le preguntó qué era lo que había llamado su atención, qué le había interesado. El extranjero respondió: “Esta especie en particular dará frutos en cincuenta años. ¿Me preguntaba si espera comer de sus frutos?”

El anciano se puso de pie lentamente y se enderezó. Le señaló al extranjero un árbol alto, maduro que se encontraba a poca distancia y dijo: “Mi abuelo plantó ese árbol. He comido de sus frutos durante los últimos años. Los frutos de este árbol joven, confío, le darán la misma felicidad a mis nietos.”

“SI HACES PLANES PARA UN AÑO, SIEMBRA UNA SEMILLA; SI HACES PLANES PARA UNA DÉCADA, PLANTA UN ÁRBOL; SI HACES PLANES PARA TODA UNA VIDA, DESARROLLA LA JUVENTUD.”

– Antiguo refrán chino

Del libro Historias que inspiran, traducción de Inés Redini Latrónico.

 

Agua julio 20, 2010

Filed under: Ecología — tintamundi @ 8:28 pm

El agua es elemento constitutivo de toda biología; todo ser vivo del planeta está compuesto en su mayoría de agua. Hoy sabemos que solo el 2,5% de toda la inmensa cantidad del preciado líquido es agua dulce, es decir la que precisamos los humanos y toda la biomasa terrestre para existir. No obstante dicha agua se encuentra fuertemente contaminada en todo el mundo por la acción irracional de un modelo de desarrollo que ha puesto equivocadamente los énfasis en la explotación y no en la sinergia con la naturaleza.
No es posible realizar ningún proceso biológico, agrícola, industrial, comercial, social, cultural, minero o de cualquier índole humana que no implique usos de agua. Se podría decir a lo largo de la historia de todas las civilizaciones, que no hay economía sin agua.
En algún momento de la historia humana la economía como actividad fue tornándose en el centro de toda explicación y casi único móvil individual y colectivo. El problema radica en que de producir para vivir bien, se pasó a vivir o sobrevivir para producir.

Cómo ahorrar agua en nuestra casa

> No usemos el inodoro innecesariamente, como tacho de basura. Cada vez que apretamos el botón se desperdician litros y litros de agua, a veces sólo para tirar un papel.

> Cerremos la canilla mientras nos lavamos la cara, los dientes o nos afeitamos. Podemos ahorrar hasta 20 litros.

> Si nos duchamos en vez de bañarnos podemos ahorrar hasta 150litros.

> Arreglemos urgentemente canillas, caños y mangueras que pierdan. Una canilla que gotea pierde hasta 30 litros por día.

> El uso de difusores en las canillas también ayuda a ahorrar agua.

> Reguemos las plantas al anochecer para evitar pérdida de agua por evaporación. ¡Y a las plantas les hace mejor!

> Elijamos plantas autóctonas para el jardín y canteros, consumen menos agua, atraen mariposas y no necesitan productos químicos para su mantenimiento.

> Usemos los programas económicos del lavarropas y el lavavajilla. La mayoría de estos aparatos tiene la opción de media carga cuando no los llenamos. O usémolos sólo cuando estén completamente llenos, ahorraremos 80 litros.

> Lavemos las frutas y verduras en un bol o llenando la bacha de la cocina. Ahorraremos 10 litros.

> Cuando renovemos electródomésticos, fijémonos que tengan etiqueta ecológica, de ahorro de agua.

> Utilicemos una escoba y un balde para lavar patios y terraza, en lugar de la manguera.

> No abusemos de la lavandina, rompe el equilibrio bacteriano de las depuradoras dificultando su trabajo. Utilicemos detergentes sin fosfatos.

> No descongelemos alimentos debajo de la canilla abierta.

Como dijimos al principio, sólo el 2,5 del agua de NUESTRO planeta es dulce y tan solo el 0,01 % se encuentra en lagos y ríos, ¡No la desperdiciemos!

Bonus track

Cifras

  • Una canilla abierta gasta más agua de la que nos imaginamos: de 5 a 10 litros van al desagüe cada minuto.
  • Si dejamos la canilla abierta mientras nos lavamos los dientes, podemos malgastar de 10 a 20 litros de agua.
  • Si nos duchamos con la canilla abierta podemos estar tirando 60 litros de agua.
  • Lavar los platos con la canilla abierta supone un consumo de unos 100 litros de agua.
  • Lavar el auto con una manguera puede suponer un consumo de unos 500 litros de agua.

http://bloglemu.blogspot.com

 

Recetas sanas para hacer con los chicos

Filed under: Recetas — tintamundi @ 7:28 pm

Algo dulce para la tarde

Torta de zanahoria

Ingredientes

1 taza de aceite

1 ½ taza de azúcar

2 tazas de harina leudante

2 huevos

1 cucharadita de polvo de hornear

4 zanahorias medianas

150 g. de chocolate (para fundir, o un baño de chocolate)

Cómo se hace

Cortar en cubos las zanahorias y  ponerlas en la licuadora. Agregar el aceite y los huevos. Licuar.

Poner en un bol todo lo seco: la harina, el azúcar y el polvo de hornear.

Mezclar la preparación de la licuadora con la del bol, echar sobre molde enmantecado y enharinado. Llevar al horno precalentado, a fuego medio-fuerte durante media hora, aproximadamente.

Dejar enfriar y bañar con el chocolate.

¡¡¡Delicia!!!

Ganas de salado

Rosquitas de queso

Ingredientes

1 taza de harina

1 taza de queso rallado

½ taza de manteca

sal y pimienta a gusto.

Cómo se hace

En un bol se mezclan todos los ingredientes. Se amasa y se forman choricitos para luego enroscar en forma de círculo. Se acomodan las rosquitas en una asadera engrasada, y se lleva al horno fuerte, precalentado, durante veinte minutos aproximadamente.

¡Crujientes!

 

De gatos y ratones – Poesías para los más chicos

Filed under: Poesías — tintamundi @ 1:47 pm

El gato

Por Antonio Bórquez Solar

Mi gato pequeño

va siempre con sueño

y duerme de día,

acaso pensando, con gran alegría,

en todas las ratas que va a manducar.

Se tiende a la orilla

del fuego que brilla

y allí ronronea,

y en tanto que el fuego brillante chispea

el gato dormido se pone a roncar.

Después de algún rato,

miau-miau, dice el gato.

Se lame el bigote

si escucha el chillido de algún pericote

que allá en la despensa corriendo pasó.

De noche, en acecho

está bien derecho;

ni duerme ni chilla;

si pasa una rata, al tiro la pilla,

le clava las garras y ¡zas!… ¡la atrapó!

El gato

Por Ovidio Fernández Ríos

Usa tanta astucia y tanta

indiferencia, que finge

como una actitud de esfinge,

que nada asombra ni espanta.

Su malignidad me encanta

y, en cambio, me desespera

la crónica carraspera

del runrún de su garganta.

Lo estoy mirando. Su pelo

en brillante terciopelo

que se quema con el sol;

y sobre el negro tejado

duerme, y parece, enroscado,

un enorme caracol.

El congreso de los ratones

Por Lope de Vega

Juntáronse los ratones

para librarse del gato,

y, después de un largo rato

de disputas y opiniones,

dijeron que acertarían

en ponerle un cascabel;

que andando el gato con él

guardarse mejor podrían.

—¡Pensamiento agudo a fe! —

dijo un ratón literato,

fingiendo cojear de un pie—:

¡A ver, señores!, ¿quién le

pone el cascabel al gato?

Balada de doña Rata

por Conrado Nalé Roxlo

Doña Rata salió de paseo

por los prados que esmalta el estío,

son sus ojos tan viejos, tan viejos,

que no puede encontrar el camino.

Demandóle a una flor de los campos:

—Guíame hasta el lugar en que vivo.

Mas la flor no podía guiarla

con los pies en la tierra cautivos.

Sola va por los campos, perdida,

ya la noche la envuelve en su frío,

ya se moja su traje de lana

con las gotas del fresco rocío.

A las ranas que halló en una charca

doña Rata pregunta el camino,

mas las ranas no saben que exista

nada más que su canto y su limo.

A buscarla salieron los gnomos,

que los gnomos son buenos amigos;

en la mano luciérnagas llevan

para ver en la noche el camino.

Doña Rata regresa trotando

entre luces y barbas de lino.

¡Qué feliz dormirá cuando llegue

a las pajas doradas del nido!

 

julio 18, 2010

Filed under: Historias para los más grandes — tintamundi @ 9:55 pm

Literatura para niños mayores

Los siete viajes de Simbad el Marino

En este número, la historia inicial del legendario personaje de las Mil y una noches y su primer viaje.

Historia de Simbad el Marino

En los tiempos del reinado del poderoso califa Harún Al‑Raschid, vivía en la ciudad de Bagdad un humilde cargador llamado Simbad. Cierto día en que hacía un calor excesivo, el joven llevaba una carga muy pesada sobre su cabeza, desde un extremo de la ciudad al otro. Cansado por el camino que había recorrido y abrumado por la temperatura insoportable y el peso de la carga que llevaba encima, llegó a una calle en donde soplaba una brisa muy agradable y cuyo suelo se encontraba bien barrido y regado con agua de rosas. El cargador pensó que ese sitió era ideal para descansar, apoyó el bulto en el suelo, junto a la puerta de una estupenda casa, y se sentó encima.

Enseguida se alegró por haberse detenido justo en ese lugar, pues de la casa salía un aroma delicioso de áloe y de pastilla que, al mezclarse con el perfume del agua de rosas, endulzaba gratamente el ambiente. Además oyó un concierto de aludes y otros instrumentos, acompañados por hermosas voces y por el gorjeo de gran número de ruiseñores, mirlos, tórtolas y otras aves de Bagdad, que salía de la mansión. Aquella armoniosa melodía y el aroma de diferentes manjares, que llegaba hasta él, le hicieron suponer que en ese palacio había una fiesta. Maravillado y asombrado por completo se acercó a uno de los criados, que vestidos con elegantes trajes custodiaban la puerta, y preguntó quién vivía allí.

‑¡Qué! ‑le respondió el criado‑. ¿Cómo puede ser que vivas en Bagdad y no sepas que ésta es la residencia del señor Simbad el Marino, el famoso viajero que ha recorrido todos los mares del mundo?

El cargador, que ya había escuchado acerca de las riquezas del marino, sintió una envidia profunda, pues la condición de Simbad parecía estupenda mientras que la de él era desdichada. Con el alma envenenada por aquel sentimiento, elevó los ojos y las manos al cielo y en voz alta suplicó:

-¡Oh, mi señor, creador de todas las cosas, mira la diferencia que hay entre Simbad y yo. Mientras yo padezco todos los días miles de humillaciones y males para apenas mantener a mi familia, el afortunado Simbad desborda en riquezas y lleva una vida dichosa. ¿Por qué eres tan injusto? ¿Qué he hecho yo para merecer un destino de miseria y fatiga?

Abrumado por la desesperación y el dolor iba a colocarse la carga sobre la cabeza para continuar su camino, cuando vio salir del palacio a uno de los elegantes criados. Este se acercó al cargador, lo tomó gentilmente del brazo y le dijo:

‑Entra y sígueme. El señor Simbad, mi amo, quiere hablar contigo.

Simbad el Cargador, se sorprendió de la invitación; y temiendo que se tratara de alguna mala pasada, a causa de su plegaria, inventó un pretexto para eludir la invitación. Le dijo al criado que no podría abandonar la carga en la calle; pero el gentil hombre le aseguró que los otros guardias la vigilarían. Ante tal contestación, Simbad no tuvo más remedio que aceptar la invitación.

El criado guió al cargador hasta una sala enorme en donde había muchas personas alrededor de una mesa repleta de comidas exóticas y en la que ocupaba la cabecera un personaje de rostro serio, esbelta figura y aspecto respetuoso con su barba cana. Detrás de él, varios criados y servidores, de pie, lo asistían con gran dedicación. Ese personaje era Simbad. El cargador, con temor por encontrarse en dicha situación, y ante tanta gente, saludó tímidamente a todos los que estaban en la sala. Simbad le pidió que se acercase y se sentara a su derecha; luego le sirvió un vino excelente del que había varias botellas en la mesa.

Cuando el banquete hubo terminado, Simbad tomó la palabra, y dirigiéndose a Simbad, a quien trató de hermano tal como manda la costumbre de los árabes cuando conversan familiarmente, le preguntó su nombre y profesión.

‑Señor, me llamo Simbad el Cargador y mi profesión consiste en transportar bultos sobre mi cabeza de un lado a otro de la ciudad por un salario -respondió.

‑Oh, debo decirte que tu nombre es igual que mi nombre pues yo soy Simbad el Marino. Y debo decirte también que te he llamado porque deseo oír lo que hace rato decías en la calle.

Simbad, antes de sentarse a la mesa, había oído desde una ventana todo lo que el cargador había dicho.

Al oír aquel pedido, Simbad, se sonrojó y contestó turbado, meneado la cabeza:

‑Señor, debo confesarle que la fatiga me había puesto de mal humor, y a causa de eso se me han escapado algunas palabras descorteses e insolentes, soy un necio y le suplico me perdone.

‑¡Oh, no creas que te guardo rencor por las frases. Comprendo perfectamente tu situación y te compadezco, desde ahora eres mi hermano. No obstante, es preciso que te saque de un error en que creo que estás respecto a mí. Tú imaginas sin duda que las comodidades y el reposo que me ves disfrutar los he conseguido sin pena y sin trabajo; mas te equivocas. Si he llegado a ocupar esta posición que consideras dichosa ha sido después de sufrir durante muchos años con el cuerpo y el alma padecimientos inimaginables. Así es, señores ‑agregó dirigiéndose a la concurrencia‑, les aseguro que los padecimientos son tan ex­traordinarios que nadie en este mundo, ni los hombres con más necesidad de riquezas, quedarían con ganas de cruzar los mares para adquirirlas.

Con seguridad todos los aquí presentes han oído hablar confusamente de mis aventuras extrañas y de las pruebas que he superado en los siete viajes que he realizado, pero sin duda tú, Simbad, las ignoras. Y dado que ahora se me presenta una buena oportunidad, les contaré con total fidelidad, los peligros, las miserias y los trabajos por los que he pasado.

Como Simbad el Marino quería contar su historia especialmente para que la oyera Simbad el Cargador, antes de comenzar el relato ordenó a un criado que llevase la carga que había dejado en la calle, al lugar que Simbad indicó. Después de eso, dijo lo siguiente:

Primer viaje de Simbad el Marino

Cuando aún era muy pequeño, mi padre murió y me dejó cuantiosos bienes, tierras y poblados. Durante mis años de juventud, tomé poder de esa riqueza y la malgasté en caprichos de la edad. Al cabo de unos años comprendí que las riquezas muy pronto se agotarían si continuaba administrándola de esa forma. Sumido en la reflexión, pensé que la mayor de todas las desdichas humanas es la pobreza en la vejez; recordé además las palabras del gran Salomón, que había oído decir a mi padre, en otro tiempo: vale más estar en la tumba que vivir en la pobreza.

Sobresaltado por los pensamientos, reuní rápidamente lo que me quedaba de muebles, ropas y tierras y lo vendí en subasta pública. En el mercado, entablé relación con algunos mercaderes que efectuaban negocios por mar. Escuché algunos consejos que me dieron para sacar provecho del poco dinero que me quedaba y finalmente resolví marcharme a Basora. Allí me embarqué, con algunas mercancías, en un buque que junto con otros mercaderes habíamos fletado. El navío dirigió la vela por el golfo Pérsico rumbo a las Indias orientales. Ya fuera de aquel golfo, anduvimos durante días y noches de tierra en tierra y de un mar a otro. Al principio me sentí mareado; pero pronto se me pasó y desde entonces nunca más ha vuelto a molestarme. Anclábamos en las islas, vendíamos o cambiábamos nuestras mercancías y retomábamos nuestro curso.

Un día, mientras navegábamos sin ver tierra durante varios días, vimos surgir del agua una pequeña isla que nos sorprendió por la vegetación, pues por su verdor parecía una pradera. El capitán ordenó recoger las velas y una vez que anclamos permitió a quienes quisieran, bajar a tierra. Algunos comerciantes y yo preferimos desembarcar, y mientras nos distraíamos encendiendo fuego, comiendo, bebiendo y descansando de la vida marítima. En eso estábamos cuando, de pronto, la isla tembló con tal rudeza que nos sacudió a todos fuertemente.

El capitán, que aún se encontraba a bordo, nos gritó que dejáramos todo enseguida y que subiéramos al barco inmediatamente, pues nuestra vida corría peligro. Lo que habíamos tomado por una isla era el lomo de una ballena, que desde hacía tiempo permanecía allí mientras la arena marina formaba sobre su piel la extraordinaria vegetación; y se había despertado molesta por el calor del fuego.

Los más rápidos huyeron en el bote; otros corrieron hasta el agua y luego nadaron; yo todavía permanecía en la isla, o, mejor dicho, en la ballena. De repente ésta se hundió en el mar sin darme tiempo a nada, sólo atiné a agarrarme a una cubeta grande de madera, que habíamos llevado del buque para lavar la ropa. Mientras tanto, el capitán, ayudó de prisa a subir al barco a los que llegaban en el bote y a algunos de los que nadaban, y a toda vela comenzó a alejarse. Yo intentaba sobrenadar con esperanza de alcanzar el navío, pero veía que era inútil, puesto que ya casi había desaparecido.

Quedé solo, abandonado en medio del mar, luchando con las olas, durante el resto del día y la noche. A la mañana siguiente, cuando ya no tenía fuerzas, la corriente me arrastró hasta una isla. La costa era alta y escarpada, cubierta de plantas trepadoras que colgaban de los acantilados. Me sujeté a una de estas plantas y trepé por el acantilado hasta llegar a la cima. Extenuado y sin poder creer que aún me hallaba con vida me tiré de boca sobre el suelo de la isla, y permanecí allí, como un cadáver al sol. Después de descansar un tiempo, aunque todavía me sentía muy débil, pues además de mis esfuerzos por no ahogarme, no había comido desde el día anterior, me arrastré en busca de frutas para alimentarme. Llegué, por fin, a una especie de llanura con árboles frutales y un manantial de agua excelente que contribuyó no poco a revivir mis fuerzas y mi alma. Paseaba admirado por encontrarme en un lugar tan hermoso, cuando vi a lo lejos un caballo pastando cerca de un árbol. Caminé hacia allí y cuando ya estaba cerca me di cuenta de que era una yegua bellísima amarrada a un palo. Mientras contemplada el animal, contento y con cierto temor, dado que no sabía con qué más me encontraría, oí la voz de un hombre que hablaba debajo de la tierra. De a poco fue apareciendo y me preguntó quién era. Le conté mi aventura y cuando terminé me tomó de la mano y me hizo entrar en una caverna, en la que había otras personas que se sorprendieron muy poco al verme.

Comí algunos manjares que me prepararon, y les pregunté qué hacían en un lugar al parecer tan desierto. Me contaron que eran los cuidadores de los caballos del rey Mihraján, soberano de aquella isla, y que éste ordenaba a ellos llevar ahí todos los meses, al salir la luna nueva, una yegua pura raza, aún virgen, la sujetaran, como yo había visto, y luego se escondiesen para que fuera preñada por un caballo marino. Añadieron que, atraído por el olor de las hembras, el caballo salía del agua, miraba que no hubiera nadie y realizaba la operación. Después pretendía llevársela, pero como no podía porque estaba atada, se enfurecía y relinchaba y daba fuertes coces contra el suelo. Cuando ellos escuchaban los golpes y relinchos, comprendían que el caballo ya había cubierto a la yegua, entonces salían de la gruta y con gritos lo obligaban a volver al mar. Entonces se llevaban las yeguas preñadas, cuyas crías estaban destinadas al rey, quien las llamaba caballos marinos. También me dijeron que partirían al día siguiente y que si yo hubiese llegado un día después, habría perecido sin duda alguna, porque las viviendas de aquella isla estaban muy lejos y me habría sido imposible encontrarlas sin guía.

En ese momento, mientras escuchaba el relato de aquellos hombres, salió el caballo del mar tal como me habían contado, cubrió a la yegua y luego intentó llevársela; pero el estré­pito que los cuidadores aunaron le hizo soltar su presa y meterse nuevamente al agua.

Al día siguiente, todos emprendimos el camino hacia la capital. Cuando llegamos a la ciudad, el rey Mihraján, a quien fui presentado, me preguntó quién era y por qué aventura me encontraba en sus Estados. Expliqué con detalles todo cuanto me había sucedido desde que partí de Bagdad y el soberano demostró interesarse mucho por mi desgracia. De inmediato ordenó que me atendieran y me facilitaran todo lo que necesitase. Así se hizo, y yo me encontraba sumamente agradecido por ello.

Me relacioné con los hombres de mi profesión, especialmente con los mercaderes extranjeros, para conseguir por ellos noticias de Bagdad y para ver si encontraba a alguien con quien pudiera regresar a mi patria. Afortunadamente, la capital del rey Mihraján, está situada a orillas del mar y tiene un puerto estupendo al que arriban, a diario, navíos de todas partes del mundo. También me acerqué a los sabios de las Indias, a quienes me agradaba oír hablar; y con frecuencia visitaba al rey y a los de su corte, quienes me hacían mil preguntas sobre mi país y yo a mi vez, queriendo instruirme, los interrogaba sobre sus costumbres, leyes de Estado y todo lo que consideraba digno de mi curiosidad. En esas conversaciones supe que entre los dominios del rey Mihraján hay una isla llamada Cabil, donde según los marineros se oía todas las noches un fuerte sonido de tambores y timbales, y aseguraban que allí habitaban razas exóticas. Tuve deseos de conocer aquel lugar, y me embarqué enseguida rumbo a la isla. En mi viaje vi peces de hasta doscientos codos de largo que inspiraban temor, pero que eran inofensivos, y se marchaban con sólo golpear unas tablas. Y vi otros, muy pequeños, que tenían la cabeza de búho.

Al regreso de Cabil, cuando aún no habíamos anclado, llegó un barco al puerto y comenzó a descargar mercancías. Noté que habían bajado unos fardos y en el rótulo dónde indicaba a su dueño, estaba escrito mi nombre. Después de examinarlos atentamente, me convencí de que eran los que había hecho cargar en el buque cuando partí hacia Basora. Entonces reconocí al capitán, pero como estaba seguro de que me creía muerto, me acerqué y sólo le pregunté de quién eran esos fardos.

‑Son de un mercader de Bagdad, llamado Simbad, quien un día en que estábamos cerca de una isla, eso al menos creíamos, desembarcó con otros en la supuesta tierra, que en verdad era una ballena de tamaño enorme que se había dormido a flor de agua. Mis pasajeros habían encendido unos leños para preparar la comida, cuando el animal sintió sobre su lomo el calor del fuego, comenzó a moverse y terminó por sumer­girse en el mar. Casi todos los que estaban sobre la ballena se ahogaron, y el pobre Simbad fue uno de ellos. Esos bultos le pertene­cían y he decidido venderlos y guardar las ganancias hasta que encuentre a algún individuo de su familia a quien pueda entregárselas –me respondió.

‑Capitán, yo soy ese Simbad el Marino a quien crees muerto -le dije-, estoy vivo y esos fardos me pertenecen.

Al oír eso, aquel hombre exclamó:

‑¡Oh, Dios, tú aparentas ser un hombre de bien, cómo te atreves a decir tal cosa. A lo que has llegado para quedarte con unas mercancías! ¿Es que hoy en día ya no se puede confiar en nadie? ¡Qué audacia! Yo mismo vi morir a Simbad, eres un mentiroso y estos bienes no te pertenecen.

‑Escucha atentamente lo que te contaré –le dije, y luego le referí cómo me había salvado y por qué casualidad había encontrado a los cuidadores de caballos del rey Mihraján, quienes me habían llevado a la corte.

Mi discurso lo hizo entrar en dudas; pero éstas se disiparon cuando le conté peripecias del viaje en barco, que solamente nosotros dos conocíamos. En ese momento aparecieron marineros suyos que me reconocieron y se alegraron de volver a verme.

Entonces exclamó admirado:

‑¡Loado sea Alá por haberte salvado de semejante peligro! No sé como expresarte la alegría que me da esto. Toma tus bienes.

Le agradecí su honradez y en prueba de mi agradecimiento le rogué que tomara algunas mercancías que le ofrecí, pero se negó a aceptarlas.

Elegí los objetos más preciosos de mis fardos y los obsequié al rey Mihraján, quien, conocedor de la desgracia que me había sucedido, quiso saber de dónde había sacado aquellas hermosuras. Le expliqué que por casualidad acababa de recuperarlas y él tuvo la bondad de manifestarme la alegría que ello le producía y de aceptar mis regalos, correspondiendo a mi gesto con otros presentes mucho más valiosos. Me despedí de él y me embarqué en el mismo navío. Pero antes cambié las mercan­cías que aún me quedaban por otras típicas de aquel país. Traje de allí los exquisitos perfumes que ahora disfrutan y las especias que han saboreado: madera de áloe, sándalo, alcanfor, pimienta, nuez moscada, clavo de olor y jengibre.

Después de pasar por varias islas finalmente llegamos a Basora, desde allí vine a Bagdad y traje conmigo unos cien mil cequíes. Llegué a mi calle, a mi casa, y mi familia me recibió con un cariño pro­fundo y sincero. Adquirí esclavos de ambos sexos, compré hermosas tierras e hice construir una casa magnífica, en donde me establecí, dispuesto a gozar de todos los placeres y a olvidar las penas que había sufrido.

Al llegar a esta parte de la historia, Simbad ordenó a los músicos que reanudasen el concierto. Los invitados continuaron bebiendo y comiendo hasta la noche. Cuando fuera la hora de retirarse, Simbad mandó traer una bolsa con cien cequíes y se la entregó al cargador:

‑Toma Simbad. Vuelve a tu casa y regresa mañana para oír la continuación de mis aventuras.

El cargador se retiró muy turbado por dicha gentileza. Al llegar a su casa explicó lo que le había ocurrido a su esposa y a sus hijos, quienes agradecieron a Alá por lo que les había dispensado mediante Simbad el Marino.

Al día siguiente, Simbad se arregló y volvió a casa del viajero, quien lo recibió sonriente y lo colmó de atenciones.

Una vez que hubieron llegado todos los invitados, se sentaron a la mesa y, después de la comida, que duró bastante, Simbad tomó la palabra y dijo a sus comensales:

‑Señores, les pido que me presten su atención para escuchar las aventuras de mi segundo viaje, que es mucho más asombroso que el primero.

¡El segundo viaje de Simbad el Marino en la próxima Tintamundi!

Versión de Margarita Rodríguez Acero.

 

Amor por… ¿la tecnología? julio 15, 2010

Filed under: Cuentos,Misceláneas — tintamundi @ 9:09 pm

El sábado 17 de julio de 2010, The New York Times publicó la nota Mi maestro, el robot. Allí, Bebedict Carey y Jhon Markoff escriben sobre los robots que en distintas partes del mundo son capeces de despertar el interés de las personas y enseñarles cosas simples. Al parecer, Corea del Sur «contrata» centaneres de robots como asistentes de maestros y compañeros de juegos, además de experimentar con robots que enseñarían inglés.

Esto abre un debate acerca de la educación mediante la tecnología. Aparecen quienes ven con buenos ojos la educación de sus hijos en manos de robots y quienes sostienen que nada puede reemplazar el candor de un profesor humano. Lo que no deja lugar a dudas es que los maestros plasman huellas en los alumnos que van más allá de la información que transmiten. Como ejemplo, cabe recordar el siguiente relato del libro Historias que inspiran:

EL PROFESOR Y EL GRABADOR

Un erudito profesor no se consideraba buen orador. Entonces, un día, tuvo una idea. Grabó su próxima clase en casete y le hizo correcciones y cambios al volverla a escuchar.

La mañana siguiente, llevó un grabador portátil a la clase y cuando los estudiantes se acomodaron en sus bancos puso la grabación. Los estudiantes escucharon atentamente y el profesor se puso muy contento. Decidió repetir lo mismo la clase siguiente.

La mañana siguiente, después de enchufar el grabador, el profesor contaba con algo de tiempo y se dirigió a la sala de profesores para tomar un café. Luego de conversar con sus colegas, regresó a la clase, justo a tiempo para apagar el grabador.

Este método le venía bien y durante las siguientes clases lo repitió. Al día siguiente, entró a la clase con confianza, encendió el grabador mientras todos los alumnos se ubicaban en sus lugares y, como de costumbre, se dirigió a la sala de profesores a tomar su taza de café.

Sin embargo, ese día no había nadie con quién conversar, por lo tanto regresó a la clase en unos pocos minutos. Para su sorpresa, vio que faltaban todos los alumnos de la clase y, en cada banco, ¡había un grabador que grababa fielmente la clase!

¡La información se transfería de un grabador a otro!

Traducción: Inés Redini Latrónico

“EL MEDIO ES EL MENSAJE” – Macluhan

Bonus track

EL MAESTRO Y LO ENSEÑADO
En una oportunidad, Gandhi fue invitado a una escuela. Lo llevaron a visitar los cursos y a observar el progreso de las clases.Obviamente, los maestros habían preparado bien sus clases y esperaban que Gandhi quedara impactado con ellas. Al finalizar la visita, se reunieron en la sala de profesores con Gandhi, ansiosos por escuchar su opinión al respecto. Para comenzar la conversación, Gandhi informalmente les preguntó a los maestros qué habían estado enseñando. “Matemáticas”, dijo un maestro. “Yo enseño ciencias”, dijo otro. “Hindi”, contestó un tercero; y así continuaron hasta que todos dieron su respuesta.
Habiendo escuchado todas las respuestas, Gandhi dijo: “¡Muy bien! Y ahora, ¿quién les enseña a los niños?”